“ Es un bar. La gente se reúne, bebe, se enamora, se desmorona, arregla cuentas…”
Así se expresa uno de los personajes de la película Lone Star que Jesús Lens recoge en su libro Café-Bar Cinema.
A nosotros que nos gustan los bares ( ya han visto a Carlos Zanón terminando su video vitoreándolos: “¡ vivan los Bares!” ) y tenemos en este blog una sección que se llama Bares de novela negra, no podemosmos dejar de hablar de este libro. Los suyos no son todos bares de novela pero sí de cine, y en este género, el negrocriminal, la relación entre una y otro es casi incestuosa.
En Café-Bar Cinema pasan muchas cosas, y es un privilegio asistir como espectadores a todos los “antros” que el autor recrea, lugares donde se cruzan historias y vidas. Vidas de cine. Perdedores, gangsters, artistas, músicos, camareros, canciones, jazz, lugares míticos, y… de nuevo Goodis.
A Jesús Lens también le gusta Goodis:
“(…) Sin dejar París en blanco y negro tan fotogénico y evocador, tenemos que hacer referencia obligada a una de esas novelas y posterior película que cualquier persona con buen gusto debería leer, escuchar y ver, más allá de sus preferencias personales.
Disparen sobre el pianista (Tirez sur le pianiste, 1961), tanto la novela de David Goodis como la película que, basada en ella, filmaría Françoise Truffaut, están en dicha categoría.
“ (…)No puedo quedarme aquí-pensó_. Tengo que levantarme y seguir corriendo(…) Llegó a otro cruce y al mirar hacia una de las calles, distinguió por fin la claridad anaranjada del letrero, en la misma taberna de la esquina. El letrero era muy viejo y estaba iluminado por unas bombillas separadas, en lugar de tubos de neón. Si bien algunas, fundidas, no dejaban ver las letras. Pero había luz suficiente como para que los viandantes pudieran darse cuenta de que en aquel lugar se despachaban bebidas. Era la taberna llamada Harriets’s Hut
(…) El lugar era amplio y de techo alto, y en él se respiraba un ambiente de treinta años atrás. No había máquina de tocadiscos ni televisión. En algunos lugares el papel de la pared se había desprendido o lo habían arrancado. Las sillas y las mesas ya no tenían ni rastro de barniz y la barra metálica del bar no reflejaba ningún brillo. Sobre el espejo, tras el mostrador, veíase una foto amarillenta y medio rota representando a un aviador muy joven, con su casco, sonriendo mientras miraba al cielo. Debajo se leía: el feliz Lindy. Había otra fotografía al lado, en la que Dempsey se agachaba para atacar a un calmoso y muy técnico Tunney. En la pared izquierda del bar, figuraba con su correspondiente marco, un retrato al óleo de Hendrick, el que fue alcalde de Filadelfia durante la Exposición de 1876”.
Así describe Goodis el bar de mala muerte en que Eddie toca todas las noches. Aunque el novelista radica su novela en los EE.UU., la película está localizada en París, lo que en nada afecta ni a la trama ni a los personajes….”
Y en el libro, Jesús Lens, sigue y seguro que convence, a los que no lo estábamos previamente, de que ver la película de Truffaut es imprescindible. Y así como esta novela y esta película, van apareciendo otras y otros lugares que forman parte de nuestra memoria cinematográfica a través de la del autor, Jesús Lens.