Agatha Chiristie

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Paseos por Palermo V. Envenenadoras

Plazza Marina, Palermo

En  Palermo, como en tantas otras ciudades, las grandes plazas (en Barcelona, la del Born, en el barrio de la Ribera) eran lugares que en la Edad Media sirvieron para torneos y justas, para fiestas populares, ferias  y mercados, y para algo más siniestro: ejecutar a reos para mayor deleite del público asistente. En siciliano, estas plazas, eran llamadas plazas de festa, farine e forca, describiendo a la perfección este espacio multiusos.

La piazza Marina es una de estas grandes plazas llenas de historia,…y  de muerte.

Muchos años antes que Joe Petrosino fuera acribillado a tiros por la mafia en esta plaza  (el autor intelectual del hecho, acaecido el 12 de marzo de 1909,  fue Vito Cascioferro, Don Vito), en el año 1633, fue torturada, ejecutada y descuartizada, Teofanía d’Adamo, llamada la Gnura Tufana una de las más grandes envenenadoras de la historia.

Teofanía invento un veneno fulminante que llevaría su nombre a la posteridad.

El agua Tofana (acqua Toffana) mató a muchos maridos. Es cosa sabida que el veneno, como método para eliminar a una víctima, es mucho más utilizado por las mujeres que por los hombres. ¡!Elemental, querido Watson!¡. Si acabas con la víctima de otra manera, encima te toca limpiar la sangre.

Nunca se ha llegado a saber la composición exacta del agua Tofana, pero lo cierto es que la siciliana, fue capaz de crear un veneno sin antídoto posible, y sin secuelas detectables para los médicos del siglo XVII. 

Cuenta la leyenda – que dice basarse en crónicas de la época- que cuando Teofanía fue detenida e interrogada, se le preguntó que si aquella receta de veneno se la había dado Francesca La Sarda, otra famosa envenenadora ejecutada años antes, a lo que Teofanía respondió:

–»La Sarda no sabía nada. El agua que vendía ella era la que yo preparaba . Yo fui su maestra».

Lástima que en aquella época no existiera el  Copyright.

La fama de esta “agua mágica” se extendió al continente y al parecer causo estragos durante muchos años, hasta bien entrado el siglo XIX. De alguna manera la formula del agua Tofana salió de Sicilia, y se instaló  en Nápoles donde fue conocida como «acqua di Napoli».

Pero Teofanía no fue la única envenenadora siciliana, aunque sí la más famosa, pues su nombre se aplicó a otras profesionales de su gremio como Giovanna Bonanno,  «la  vecchia del aceto» (la vieja del vinagre) , que fueron llamadas “tofanas”. 

Stendahl, que se dedicó a pasear por Roma, como nosotros por Palermo, en sus “Promenades dans Rome,1828”,   dice «el agua Tofana existía todavía hace 40 años en el tiempo en que la célebre princesa Giustiniani estuvo a punto de ser la víctima de ella».

 

Dejemos los crímenes reales y vayamos a los crímenes de papel, mucho menos siniestros que los reales,  con una frase de mi envenenadora preferida, Agatha Chiristie: “Yo, a mis víctimas prefiero envenenarlas”.

Libros recomendados:

Los venenos en la Literatura policíaca,

El misterio de Pale Horse

 

 

 

 

Un día vendrá… Fred Vargas…

 

Fred Vargas y el librero negrocriminal en la Semana Negra de Gijón 2008

Gracias al espléndido Dictionnaire des littératures policières de Claude Mesplède supimos en su día que Frédérique Audoin-Rouzeau, Fred Vargas,  escogió el seudónimo Vargas como un guiño a su hermana.  

Jo Vargas es, pintora.  Cuando comenzó a exponer sus cuadros tomó prestado el apellido a una cierta condesa descalza llamada / María Vargas, interpretada por Ava Gardner Así fue como, a nivel público, las dos hermanas volvieron a compartir apellido.

Fred es dulce y criminal. Fred tiene cara de ángel pero en su interior debe guardar un demonio que le escribe sus poco convencionales libros negrocriminales protagonizados por un policía muy poco convencional: el comisario Adamsberg. El comisario siempre aparece acompañado por toda una galería de ilustres secundarios que Fred cuida con mimo.

Mis dos libros preferidos de la autora, hasta ahora, son Huye rápido, vete lejos y el recién estrenado El ejercito furioso.

En Huye rápido, vete lejos aprendimos, entre otras cosas, que un marino bretón calcula la velocidad de los peatones que fluyen en las mañanas parisinas por la Avenue du Maine en nudos; que cuando va apurado, suele avanzar a tres nudos y medio; que (el marino) no confiaría en las cosas por nada en el mundo, como tampoco confía en los hombres ni en el mar; que embarrancó, como tantos otros bretones antes que él, en el vestíbulo de la estación de Montparnasse, dejando tras él una mujer en fuga y nueve tipos que matar; que Joss (así se llama el marino) se había acostumbrado a vivir solo, a comer solo, a dormir solo y a hablar solo, excepto cuando iba a cenar a veces al bar de Bertin, El Vikingo. Mientras, la muerte negra, la peste, va dejando cadáver tras cadáver en el distrito 18ème de París.

Si van a París, y pasan por el distrito 18,  siempre podrán encontrar alejándose de los circuitos turísticos un pequeño bar de barrio (como El Vikingo de la novela) dónde podrán compartir con los habituales un digno Plat du jour.

Con cada nuevo libro de Fred Vargas recobro el placer de la lectura iniciada en mi niñez  con cada  novela de Agatha Chiristie que llegaba a mis manos. Fred Vargas es para mi la mejor representante, actual y mejorada, de la novela de misterio o de intriga, clásica, aunque sus escenarios trascienden de los salones utilizados por las damas del crimen y suceden en espacios mucho más abiertos.

En la última entrega de la serie El ejercito furioso ( una especie de Santa Compaña  en Normandía) Adambsberg  es una vez más el policía más improbable de la narrativa negrocriminal.

Esta escena sucede en París frente a la comisaría.

_ ¿ Se ocupa también de las palomas? – preguntó la mujer sin ironía_. He visto muchas por aquí. No es muy higiénico.

_Pero ésta no son muchas, es una paloma a secas, una paloma sola. Es la diferencia.

_Claro_dijo la mujer.

(…) -¿Es porque le gustan las palomas?-

Adamsberg levantó hacia ella su mirada vaga.

_ No. Pero no me gustan los hijos de perra que les atan las patas.

Dialogos inteligentes, geniales; escritura elegante, limpia, precisa; nuevos secundarios de lujo; calvados; y una cada vez más madura relación entre los personajes clásicos de la serie:  Adamsberg y sus fieles Veyrenc y Danglard.

La lectura de El ejército furioso es una delicia y  una gozada, pero  en ningún momento nos queda la sensación de tener entre manos un libro banal. Se lo recomiendo

Sobre el comisario Adamsberg y su gastronomía

En París:

(…) Adamsberg llamó a su más antiguo colaborador mientras Zerk servía la cena. Atún con calabacín y tomate, arroz, fruta. Zerk  había pedido quedarse a vivir un tiempo en casa de su padre, y parte del acuerdo era que él se encargaría de la comida por las noches. Un acuerdo llevadero, puesto que a Adamsberg le resultaba prácticamente indiferente lo que comía, capaz como era de engullir eternamente el mismo plato de pasta, al igual que vestía de un modo invariable, con chaqueta y pantalón de algodón negro hiciera el tiempo que hiciera.

En Normandía:

(…) Adamsberg rebañó el plato de la sopa con pan, como hacía Léo, y trajo la fuente de salteado. Ternera con judías, y olor de hoguera.

………………………….

 (…) Léo, he vuelto. Soy el comisario de París. Cenamos juntos una vez. Había sopa y ternera, y luego nos tomamos un calvados delante de la chimenea, con un habano.

bodegón negrocriminal

 

Sobre el calvados

El calvados es una bebida alcohólica de origen normando elaborada a partir del destilado de sidra.

Era una de las bebidas preferidas del comisario Maigret.

Debe envejecer al menos dos años en barriles de roble para estar en su mejor momento y adquirir su peculiar color ámbar.

La cultura normada esta muy ligada a esta bebida, se considera una especie de digestivo. En los banquetes abundantes o festivos se practica el llamado “trou normand” que consiste en beber un vasito de calvados entre plato y plato. Al concluir una comida, también es habitual pedir un tradicional  «café-calva» , servido dentro del café. Una especie de carajillo a la normanda.

Si vais allí, en la barra de un bar no se os ocurra pedir un calvados, dejadlo en un “calva”, mucho más local y familiar. Y si añadís un «s’il vous plaît”  igualmente sabrán que sois de fuera pero en todo caso bien educados.

bodegón negrocriminal, fragmento

El encabezado de este artículo tiene que ver con las ganas que tenemos de que Fred Vargas venga a Negra y Criminal, pruebe el vino de la casa, se ponga la camiseta y le hagamos la fotografía de rigor para ocupar el hueco que hemos reservado para ella en la galería de ilustres autores que han pasado por la librería de la Barceloneta.

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