Personajes

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Della Street lleva a cenar a Perry Mason en El caso de la huella labial

  

Les tengo cariño. Leía novelas de Perry Mason en la primera adolescencia. Compartían tardes de domingo con las de Agatha Christie, todavía con algún Salgari, y con tebeos de Rip Kirby de la editorial  Dolar. Un poco más tarde llegarían los primeros  Maigret.

He releído algún  Perry Mason ( en Negra y Criminal tenemos toda una estantería llena ), pero los años no pasan en balde para algunos autores, y para algunos de sus lectores.

Leídas ahora, las novelas que Erle Stanley Gardner escribió con su personaje Perry Mason (más de cincuenta) no dejan de tener un cierto candor trasnochado que les confiere identidad.

Perry Mason, el abogado incorruptible (¡!) que sólo acepta clientes inocentes y que observa las huellas con lupa.

Paul Drake, el amigo incondicional de Mason que se dedica a investigar,  ya que tiene carnet de la «Drake Detective Agency«.

Della Street, la secretaria perfecta. Guapa y aseada, que tanto puede tomar notas en taquigrafía como preocuparse por si su jefe come o no. En El caso de la huella labial , lleva a Mason a cenar.

 

_ Jefe, tiene usted que cenar.

Mason fue hacia la mesa.

_Fíjese…¡Fotos! Drake ha tenido que sudar tinta para conseguirlas (son copias de fotos policíacas), con el cadáver en el suelo, el vaso sobre la mesa, y la silla volcada, un periódico medio abierto junto a la butaca, un apartamento mediocre y tan sórdido como el caso que nos ocupa. Y en estas fotos, yo he de descubrir la pista que establezca la inocencia de una joven, no sólo la inocencia sobre el crimen sino la inocencia virginal de la pureza de la muchacha.

Mason se inclinó sobre la mesa y, tras coger la lupa que estaba sobre la carpeta, volvió a escrutar una vez más las fotografías.

_ Caramba, Della_ exclamó de repente_, aquí hay muchas cosas. El vaso de la mesa, con un poco de whisky y soda al fondo. Y las huellas de Fay Allison en todas partes…Luego, tenemos ese beso de unos labios muy pintados en la frente del muerto…

_ Que indica que una mujer estuvo con él antes de morir.

_ No necesariamente. Esa marca es la impresión perfecta de unos labios. Y no hay pintura en los labios del difunto, sino en su frente. Un tipo astuto podía haberse untado los labios de carmín, presionarlos contra la frente de Clements después de haber surtido efecto el veneno, y apartar de este modo las sospechas de sí mismo. Esto podía haber ocurrido así, de haber sabido el hombre que una mujer tenía la costumbre de visitar aquel apartamento de Clements.

      Della Street asintió calladamente.

_ Es una pista que indica tan claramente a una mujer, que me hace entrar en sospecha_ continuó el abogado_. Si al menos tuviéramos un punto de partida…O un poco más de tiempo…

 Della Street se aproximó al escritorio. Las heladas yemas de sus dedos se posaron sobre los ojos del abogado.

_ ¡ Basta ya !_ murmuró. Vamos a cenar. Estoy hambrienta.

Quirke, de Benjamin Black. ¿Alcohólico o irlandés bebedor?

Acabo de leer la última novela de Benjamin Black, En busca de April.

En realidad, en la novela, lo que menos me ha interesado es la búsqueda de April.

Me han gustado muchas otras cosas: la escritura elegante del autor; ese Dublín de los años cincuenta y su niebla omnipresente con grados y matices; los secretos envenenados, “El pasado contiene veneno dentro”; la sensación de cotidianidad, de frío,… y sobre todo la ternura de su protagonista. Quirke, ese forense grandullón, despeinado y borracho.

En realidad la búsqueda de April en la novela, es una mera excusa para que el autor nos muestre la lucha constante del personaje protagonista de la serie, contra su alcoholismo impenitente, y su constante autoengaño. Pero Quirke, ¿es acaso un alcohólico, o simplemente un típico y tópico irlandés bebedor?. Si fuese un verdadero alcohólico, difícilmente podría seguir y  resolver el caso, cosa que hace al final. Quizás podría hacer autopsias, ya que los muertos no se enterarían, pero no podría  ligar ni conducir su fantástico Alvis. Un capricho, una autentica y carísima joya. Aunque esto último lo haga con peligro de su vida, la de los puntuales ocupantes del vehículo, y la de todos los transeúntes que se encuentra a su paso.

Cuando Quirke sale del sanatorio donde ha pasado una temporada castigándose, intenta portarse bien pero no puede engañar a sus deseos:

(…) Quirke no quiso ir con él, convencido de que si volviera a aparecer por allí alguien le echaría en cara que era un fraude. Por el contrario, se fue a su piso y preparó otra tetera. A lo largo de las semanas anteriores había llegado a detestar el sabor del té con una pasión que no estaba a la altura de lo inofensiva y lo corriente que era la bebida, incapaz de suscitar tales odios. De lo que tenía ganas, cómo no, era de meterse un buen copazo a palo seco, un Jameson a poder ser, aunque en las últimas semanas de su borrachera más reciente le había empezado a gustar de manera especial el Bushmills etiqueta negra, que era una marca del norte, nada fácil de encontrar en el sur. Sí, un tugurio lleno de humo, donde fuera, y un buen fuego de turba en la chimenea y unos individuos indiferentes que charlaran en la sombra, y un buen vaso de Back Bush en el puño, eso sí sería lo suyo.

————–

(…) _Se te ve de maravilla_ dijo a Quirke, e indicó al barman que abriese la botella de champán_. Desde luego, mucho mejor que la última vez que te vi.

_Yo también he estado fuera_dijo.

_¿Ah,sí?

_Sí, en el San Juan de la Cruz.

_ Anda…¿ Y eso qué es?

_ Un sanatorio para desintoxicarse.

_ Sí, ahora que lo pienso creo que Phoebe me dijo en alguna de sus cartas que estabas en el manicomio. Me pareció que había exagerado. ¿ Y qué tal estuvo?

_ Muy bien.

_ Seguro_dijo ella sonriendo. El barman sirvió champán y colocó las dos copas burbujeantes ante ellos. Quirke miró la suya mordiéndose el labio_ ¿ te atreves?- Preguntó Rose, sonriendo con dulzura y malicia_. No quisiera ser yo la responsable de que te vuelvas a crucificar.

Él tomó la copa y rozó con el borde la que ella levantaba. Bebieron.

_ Por la sobriedad _ dijo.

 Pero pese a todo, Quirke resuelve el caso.

Y una vez resuelto, bien se merece un Bushmills en Portobello. ¿No les parece?

Javier Calvo, y el huevo frito de Arístides Lao

Según Javier Calvo, la Transición no fue de color gris ni de color sepia. Fue negra ceniza de meteorito.

La Nueva España que se fue gestando durante los años setenta y siete y setenta y ocho fue un “jardín colgante” sin  pasado ni futuro. Una rocambolesca mentira. Un perverso país de las no maravillas. No un cuento de hadas sino un cuento de ogros. La gran impostura. De aquellos barros, estos lodos.

Todas estas cosas y muchas más se ha atrevido a contarse y a contarnos Javier Calvo. Su visión, muy personal, del nacimiento político del entorno social en el que le ha tocado vivir. En el que estamos viviendo.

El jardín colgante es una novela rara. Rara de raro, de extraordinario, de singular, de poco común . Una novela atrevida para estos tiempos anestesiados en que vivimos, más allá de cualquier crisis y de todas las crísis. Escrita con un estilo tremendamente personal, rico y preciso, narra la operación que debe llevar a cabo un agente de los servicios secretos, Arístides Lao, en torno a una organización de extrema izquierda, la TOD, en la que tiene a varios infiltrados. Lao pondrá en marcha una idea tan loca y kafkiana que traerá consecuencias inimaginables. Arístides Lao, afectado de síndrome de Asperger, quedará como uno de los grandes personajes de la novela “policriminal y de espías”. Tiene tal consistencia que merecería una “no” serie o una serie kafkianocriminal, real como la vida misma.

(…)  “Lao es bajito y rechoncho, parece ser al mismo tiempo pelirrojo y calvo, y lleva unas gafas absurdamente gruesas que le distorsionan los ojos, agrandándoselos o bien reduciéndoselos, según el ángulo con que uno mire. En general todos los empleados de la Delegación del SECED detestan al agente Lao, pero es entre el personal femenino donde se concentran las mayores proporciones de asco. Hay algo en su cuerpecillo blando y lechoso que le da aspecto de alimaña extraída de su caparazón y expuesta a los elementos. De versión inflada y pelirroja de un polluelo blanquecino que se ha caído del nido. Pero es la expresión de su cara lo que realmente le revuelve a uno las tripas. Una expresión neutra, tan carente de emociones visibles o de reacciones familiares que produce un rechazo inmediato.”  

Increíblemente, Javier Calvo ha hecho que los personajes de este libro coman y beban. Durante el desarrollo de la trama aparecen bolsas de magdalenas, sauerkraut, pumpernickel, queso de Ibiza, caldereta de langosta, guiso de raya, y hasta un huevo frito. Pero no un huevo frito cualquiera, el mejor huevo frito de la literatura, más allá de los géneros

(…) “En la cocina, Lao calienta aceite en una sartén pequeña y casca un huevo. Espolvorea un poco de sal encima y lo echa en la sartén con cuidado de no romper la yema, una contingencia que obligaría a iniciar de nuevo el proceso. Luego se queda de pie delante del fogón, mirando cómo crepita el huevo. Tanto las encimeras de la cocina como la superficie superior de la nevera están llenas de cajas de comida que la señora Lao se ha hecho traer después de que cayera el meteorito, por lo que pueda pasar. El caso criminal alerta de la posibilidad de que el meteorito desencadene un invierno nuclear en España.

El huevo sigue crepitando en la sartén cuando Lao mira de reojo al otro lado de la puerta de la cocina, en dirección a la mesilla del recibidor, donde está su maletín del trabajo. La ventana de lamas pivotantes de la cocina es la única de la casa que no tiene persiana, de manera que los cristales están todos cubiertos de ceniza negra. Lao sale de la cocina. Abre su maletín y saca el expediente restringido de la Operación Cólera que le ha hecho llegar esta misma tarde el capitán Oms.

En el fogón, los rebordes del huevo frito se doran, se rizan y se oscurecen. La yema cuaja.

Lao abre el dossier. El expediente tiene unas doscientas páginas,…”

Lean el libro y sabrán como termina el huevo frito por Lao despues de estas doscientas páginas de expediente.

Y para acompañar el libro, música de los Sex Pistols o de Patty Smith, por ejemplo.

Y si además quieren saber más cosas de su autor léanlas en su blog http://elblogdejaviercalvo.blogspot.com/

André Pieyre de Mandiargues, antes que Manuel Vázquez Montalbán…

Atracciones Apolo en el Paralelo

André Pieyre de Mandiargues (París 1909-1991), antes que Manuel Vázquez Montalbán nos llevó a comer a Casa Leopoldo.

Su novela Al margen, que obtuvo el Premio Goncourt 1967, debería ser una novela de lectura obligada para aquellos que quieran conocer las vísceras de la Barcelona de aquellos años. Antes de la muerte del dictador.

Yo la leí más tarde. En 1981, publicada por Bruguera con una muy buena  traducción de Ricardo Cano Gaviria.

Novela negra? Evidentemente, sí. Al margen es una narración desde las entrañas. Una lenta agonía, un recorrido suicida en caída libre de Sigismond Pons por las calles del Barrio Chino de la Barcelona de los años sesenta.

(Barrio Chino. Por mucho que ahora se llame Raval, para los que lo vivimos aquellos años seguirá siendo Barrio Chino).

El protagonista de Al margen, Sigismond, llega a aquella Barcelona ahogada y gris con los residuos de la posguerra en sus gentes y en sus calles. Una ciudad todavía aplastada por la bota del Fuhroncle (mixtura de Führer y forúnculo), que así llama Pieyre de Mandiargues a Franco durante toda la novela. Los retratos del furúnculo eran todavía omnipresentes en la ciudad. En las paredes de las calles, pintados con la tinta de los vencedores, casi diluida por el tiempo, y en los locales abiertos al público, enmarcados dentro de cuadros con los vidrios empañados por la suciedad y las cagadas de mosca. Pero allí estaban todavía.

Sigismond recorre las calles del barrio, ama a sus putas, frecuenta los bares…

Arco del Teatro y el Villa Rosa

El desaparecido quisco-bar Antonio en la esquina de la calle botella. En el nº 11, nació Manuel Vázquez Montalbán. foto, Montse Clavé

En este recorrido acabará por llegar al centro mismo de su propio horror, al margen del cual ha vivido hasta este momento de su vida.

Decenas de bares y locales de la noche, y del día, desfilan por las páginas de Al margen. Unos desaparecidos y otros no, pero los que no lo estan, como si lo estuvieran. Han perdido hace tiempo la razón de ser.

Los Caracoles; el recordado y añorado bar La Macarena; Los Cabales; el restaurante Amaya; el Panam´s, Los Cuernos; el Villa Rosa; el bar Pigalle; el bar Bodega Apolo; el Marsella…

Y Casa Leopoldo.

Primera incursión:

“(…) Casa Leopoldo es un restaurante de buena apariencia, el primero que en el barrio lleno de sorpresas da esa impresión a Segismond, y escrito con tiza en una pizarra el menú resulta atractivo, a pesar de que su precio es tan bajo que uno no sabe si creérselo”.

Qué lejos quedan los años sesenta!

Segunda incursión.

“(…) En la esquina de San Rafael gira, camina dejando de zigzaguear, y al final cierra tras de sí la puerta de Casa Leopoldo.

Como un paquebote, el restaurante tiene diversas clases, y a medida que se avanza hacia el fondo del local (ocupado por un comedor independiente), la cocina es más exquisita, las mesas están mejor guarnecidas y los precios son más caros. Cerca de la puerta, la gente come sobre el mármol desnudo (agrietado en el sitio donde Sigismond se sienta); no hay vasos y se bebe a chorro, tampoco hay servilletas, pero el tenedor y el cuchillo ocupan su sitio, lo que denota un nivel superior al de esas casas de comidas donde se proporciona sólo el primero(según contaba Antonin). Una pizarra, colgada sobre una alacena, confirma el menú pegado fuera: tres platos, con opción a carne o pescado para el primero. Sigismond, que antes de que venga el camarero tiene tiempo de refrescar su memoria, tomará sopa, pescado frito y ensalada, y beberá un cuarto de vino blanco.

Si se sienta en una de las mesas menos caras, es para no apartarse demasiado de la calle, para permanecer en medio de esa cierta banalidad dentro de la cual se mueve, como si estuviera encerrado en una transparente burbuja desde que la carta de Féline pasó a estar bajo la torre de cristal. Por veinte pesetas, no tenía desde luego la intención de darse un festín. Pero todo resulta siempre diferente de lo que uno espera o se imagina (la desgracia sería evitable si uno fuera capaz de representársela lo más precisamente posible, ha pensado algunas veces), y la sorpresa, en Casa Leopoldo, es que el menú de los pobres sea tan fresco, tan copioso y tan bueno. La sopa es una especie de menestra en la que las legumbres verdes se combinan con los garbanzos y las pastas, en el caldo de cocido. La fritura, de sardinas y los calamares cortados en anillos. Negras aceitunas adornan las hojas de lechuga de la ensalada, aderezada con un sabroso aceite. Por lo que toca al vino, no demasiado fuerte, resulta tan natural al paladar que uno no puede sino decir que está fabricado a la justa medida humana. Sigismond, la verdad sea dicha, lo bebe llevándose a la boca el pico del porrón, pues no ignora que si intentara rociar su paladar como sus vecinos se anegaría, y se resigna a hacer el ridículo. Sin embargo , nadie ríe, nadie mira.

Es él, más bien, quien mira a sus vecinos, como no ha parado de hacer desde que la burbuja fue hinchada en torno suyo, y siente una especie de afectuosa fraternidad hacia los cinco hombres que comen solos, sobre las mesas de mármol. Otros dos forman una pareja (acaso de amigos), pero hablan tan poco como los que permanecen solitarios, y al igual que ellos comen con lentitud, como si temieran llegar al instante en que se acabe la comida. Todos (lo cual no resulta extraño, pensándolo bien) tienen aproximadamente la misma edad, rondando los sesenta. Uno podría inclinarse a pensar que se trata de un grupo de viudos, pero ellos se mantienen tan separados como les resulta posible, casi en los vértices de un pentágono cuyo centro estaría formado por la pareja y Sigismond.

El camarero que ha servido va a sentarse junto a la caja, y su aspecto no es el de un empleado, sino el de un propietario; otro, que se le parece demasiado como para que sea su hermano, atiende el comedor de lujo, en el que hay dos o tres mesas ocupadas; también hay un jovenzuelo, hijo de alguno de los dos, que ayuda a llevar los platos.

El único ruido que se puede oír, un goteo regular, que proviene acaso de un grifo mal cerrado, se aviene con la cerámica de estilo árabe que reviste los muros hasta la mitad de la altura, evocando un patio con fuente, y a veces frente a Sigismond, el camarero abre la puerta de un amplio refrigerador, ubicado junto a unos grandes barriles de vino. Paz y frescor…”

Esta es el Casa Leopoldo que yo recuerdo. Siempre comíamos en la parte pobre del paquebote. Cuando algún día pudimos permitirnos la parte de manteles blancos Casa Leopoldo había dejado de existir. Todavía está en el mismo lugar que siempre, pero nada más.

Si leen un día Al margen, o si lo han leído. Si viven en mi ciudad, o si vienen de fuera, háganle un pequeño homenaje al autor y pasen por la pequeña plaza que lleva su nombre. En pleno Barrio Chino, ahora Raval. Queda muy cerca de la nueva ubicación de la Filmoteca de Catalunya, que por fin vuelve al Sur. Regresa  “al margen” después de haber durante años respirado los aires más puros de Barcelona. Allá por la zona alta. En aquellas calles donde al Inspector Méndez de Francisco González Ledesma, le costaba respirar por estar demasiado oxigenadas.

INVITADOS A LOS SUEÑOS DE MARIO CONDE

La comida como utopía en la Cuba de Mario Conde

Mario Conde ya nos gustaba cuando era policía. Un policía que seguía en su puesto porque no le gustaba que los hijos de puta se salieran con la suya.

Pero nos gustó mucho más cuando pasó a formar parte del gremio de los libreros, el nuestro, aunque en su caso fuera de libros de segunda mano. («Adiós, Hemingway» ;” La neblina del ayer”)

En el apartado gastronómico, hemos conocido muchos platos de la cocina “imposíble” cubana de la mano de Josefina, la madre de “El flaco” Carlos, el amigo del alma de Mario Conde .

En La cola de la serpiente, la última historia publicada de Leonardo Padura, protagonizada por Mario Conde, asistimos a una  conversación entre el Conde y Carlos. Hablan precisamente de la madre de este último, de Josefina.

(…) ¿ Dónde está la botella? – inquirió él, presto ya para el combate.

_ Media botella_ aclaró Carlos, para evitar excesivos entusiasmos_.  En mi cuarto. Tráela  pa´ca. Y no hagas ruido, la vieja ya se acostó.

_ ¿Tan temprano?

_ Dice que la televisión es una mierda, que mejor es soñar un poco.

_ Sabia mujer_ admitió Conde con toda sinceridad y sonrió.

La vida de Josefina, en realidad, se había reducido a cuidar y alimentar a su hijo y a soportar la presencia de la desaforada banda que con su amistad, su sed y su hambre sostenían a flote al inválido. La anciana se merecía tener alguna via de escape.

_ Oye lo que dice ahora_ Siguió Carlos para confirmar la conclusión de su amigo_ Dice que sueña que cocina. Que nos prepara unos banquetes y cada vez que necesita un ingrediente nada más tiene que estirar la mano y ahí lo tiene….

_ Pues debería invitarnos a sus sueños, ¿ no?.

Aquí, en nuestro país, a pesar de recortes y amputaciones, todavía podemos realizar el sueño de invitar a nuestros amigos a una comida real al estilo de la soñada por la cubana Josefina.

Viví en Cuba de1969 a1971. Fue mi amiga Mercedes Suárez quien me enseñó todo lo que sé de su cocina.

Grandes cocineras cubanas. Mi amiga Mercedes, su madre, su tía y su nuera.

      Congrí criollo

Ahora los dietistas dirían que es un plato perfectamente equilibrado, y nosotros, que es barato, sencillo, nutritivo y sabroso.El congrí es una insuperable combinación de arroz y frijoles. Su nombre, al parecer, procede de la isla próxima a Cuba, Haití, y del creole, lengua hablada en aquellas tierras. Allí a los frijoles se les llama congo y al arroz riz, en francés. El congo con riz acabó en Cuba por llamarse congrí. Pero este plato también es conocido como moros y cristianos o simplemente moro. Es un plato que se toma por todas las islas del Caribe, desdela República Dominicana y Haití, hasta Puerto Rico, Trinidad o Jamaica. En todas las isla hay un plato de arroz con una legumbre local.

La receta que sigue, es la que hago en casa, heredada de las cocineras Suárez. Es una versión rápida pues se hace en olla a presión. Yo la hago siempre, y solamente en olla a presión. Si lo quieren hacer a ritmo caribeño, en olla normal, requerirá mucho más tiempo y paciencia.

ingredientes

½ libra (200 g) de frijoles colorados, aquí se pueden emplear judías pintas o frijoles negros, más faciles de encontrar

1 cabeza de ajos

2 vasos de arroz

2  vasos de caldo de remojo de los frijoles o más

½ cebolla, picada

1 pimiento, picado y sin semillas

1 ají picante ( opcional).

1 hoja de laurel, orégano y comino

100 g de los chicharrones prensados que venden en las tocinerías

sal

Lavar y poner a remojar los frijoles la noche anterior. Para cocinarlos, ponerlos escurridos en la olla y agregar el agua de remojo y un poco más, hasta que sobrepase a los frijoles como dos dedos. Cerrar la olla y cocer los frijoles en el tiempo indicado para la cocción de legumbres. Mientras, hacer un sofrito con la cebolla, 2 dientes de ajo, el pimiento y las hierbas aromáticas. Cuando estén las legumbres, dejar enfriar y abrir la olla. Agregar el arroz y el sofrito, y sazonar. Dejar, a partir de la salida de vapor, 5 minutos a fuego normal, y 5 más, con el fuego al mínimo. Enfriar rápidamente con agua fría para que no se siga cocinando. Mientras en un poco de aceite se habrán frito los chicharrones hasta que hayan soltado toda su grasa y queden bien tostaditos. Reservarlos.  Machacar en el mortero 4 dientes de ajo. Reservarlos. Abrir la olla (en el caso de que al arroz le faltaran unos minutos de cocción, salpicar con agua y dejarlo un poco más al fuego). Una vez el arroz esté a punto, en una sartén con un poco de aceite sofreír unos segundos el ajo machacado junto con los chicharrones reservados y verter ( chicharrones y ajo)  por encima del arroz congrí.

(Si no quieren ponerle chicharrones, también está muy bueno simplemente con el ajo machacado y frito).

El congrí se puede acompañar, simplemente, de una abundante ensalada variada.

ensalada cubana con aguacate, zanahoria, judías tiernas y cebolla

Esta receta ya fue publicada en el libro El sabor en la ruta de Colón. Montse Clavé. 2003

Música para acompañar la receta: Si tu cocinas como caminas de Henry Fiol;  Camina y prende la olla, Chapotín y Cuní ; Sopa de pichón, Machito

Un día vendrá… Fred Vargas…

 

Fred Vargas y el librero negrocriminal en la Semana Negra de Gijón 2008

Gracias al espléndido Dictionnaire des littératures policières de Claude Mesplède supimos en su día que Frédérique Audoin-Rouzeau, Fred Vargas,  escogió el seudónimo Vargas como un guiño a su hermana.  

Jo Vargas es, pintora.  Cuando comenzó a exponer sus cuadros tomó prestado el apellido a una cierta condesa descalza llamada / María Vargas, interpretada por Ava Gardner Así fue como, a nivel público, las dos hermanas volvieron a compartir apellido.

Fred es dulce y criminal. Fred tiene cara de ángel pero en su interior debe guardar un demonio que le escribe sus poco convencionales libros negrocriminales protagonizados por un policía muy poco convencional: el comisario Adamsberg. El comisario siempre aparece acompañado por toda una galería de ilustres secundarios que Fred cuida con mimo.

Mis dos libros preferidos de la autora, hasta ahora, son Huye rápido, vete lejos y el recién estrenado El ejercito furioso.

En Huye rápido, vete lejos aprendimos, entre otras cosas, que un marino bretón calcula la velocidad de los peatones que fluyen en las mañanas parisinas por la Avenue du Maine en nudos; que cuando va apurado, suele avanzar a tres nudos y medio; que (el marino) no confiaría en las cosas por nada en el mundo, como tampoco confía en los hombres ni en el mar; que embarrancó, como tantos otros bretones antes que él, en el vestíbulo de la estación de Montparnasse, dejando tras él una mujer en fuga y nueve tipos que matar; que Joss (así se llama el marino) se había acostumbrado a vivir solo, a comer solo, a dormir solo y a hablar solo, excepto cuando iba a cenar a veces al bar de Bertin, El Vikingo. Mientras, la muerte negra, la peste, va dejando cadáver tras cadáver en el distrito 18ème de París.

Si van a París, y pasan por el distrito 18,  siempre podrán encontrar alejándose de los circuitos turísticos un pequeño bar de barrio (como El Vikingo de la novela) dónde podrán compartir con los habituales un digno Plat du jour.

Con cada nuevo libro de Fred Vargas recobro el placer de la lectura iniciada en mi niñez  con cada  novela de Agatha Chiristie que llegaba a mis manos. Fred Vargas es para mi la mejor representante, actual y mejorada, de la novela de misterio o de intriga, clásica, aunque sus escenarios trascienden de los salones utilizados por las damas del crimen y suceden en espacios mucho más abiertos.

En la última entrega de la serie El ejercito furioso ( una especie de Santa Compaña  en Normandía) Adambsberg  es una vez más el policía más improbable de la narrativa negrocriminal.

Esta escena sucede en París frente a la comisaría.

_ ¿ Se ocupa también de las palomas? – preguntó la mujer sin ironía_. He visto muchas por aquí. No es muy higiénico.

_Pero ésta no son muchas, es una paloma a secas, una paloma sola. Es la diferencia.

_Claro_dijo la mujer.

(…) -¿Es porque le gustan las palomas?-

Adamsberg levantó hacia ella su mirada vaga.

_ No. Pero no me gustan los hijos de perra que les atan las patas.

Dialogos inteligentes, geniales; escritura elegante, limpia, precisa; nuevos secundarios de lujo; calvados; y una cada vez más madura relación entre los personajes clásicos de la serie:  Adamsberg y sus fieles Veyrenc y Danglard.

La lectura de El ejército furioso es una delicia y  una gozada, pero  en ningún momento nos queda la sensación de tener entre manos un libro banal. Se lo recomiendo

Sobre el comisario Adamsberg y su gastronomía

En París:

(…) Adamsberg llamó a su más antiguo colaborador mientras Zerk servía la cena. Atún con calabacín y tomate, arroz, fruta. Zerk  había pedido quedarse a vivir un tiempo en casa de su padre, y parte del acuerdo era que él se encargaría de la comida por las noches. Un acuerdo llevadero, puesto que a Adamsberg le resultaba prácticamente indiferente lo que comía, capaz como era de engullir eternamente el mismo plato de pasta, al igual que vestía de un modo invariable, con chaqueta y pantalón de algodón negro hiciera el tiempo que hiciera.

En Normandía:

(…) Adamsberg rebañó el plato de la sopa con pan, como hacía Léo, y trajo la fuente de salteado. Ternera con judías, y olor de hoguera.

………………………….

 (…) Léo, he vuelto. Soy el comisario de París. Cenamos juntos una vez. Había sopa y ternera, y luego nos tomamos un calvados delante de la chimenea, con un habano.

bodegón negrocriminal

 

Sobre el calvados

El calvados es una bebida alcohólica de origen normando elaborada a partir del destilado de sidra.

Era una de las bebidas preferidas del comisario Maigret.

Debe envejecer al menos dos años en barriles de roble para estar en su mejor momento y adquirir su peculiar color ámbar.

La cultura normada esta muy ligada a esta bebida, se considera una especie de digestivo. En los banquetes abundantes o festivos se practica el llamado “trou normand” que consiste en beber un vasito de calvados entre plato y plato. Al concluir una comida, también es habitual pedir un tradicional  «café-calva» , servido dentro del café. Una especie de carajillo a la normanda.

Si vais allí, en la barra de un bar no se os ocurra pedir un calvados, dejadlo en un “calva”, mucho más local y familiar. Y si añadís un «s’il vous plaît”  igualmente sabrán que sois de fuera pero en todo caso bien educados.

bodegón negrocriminal, fragmento

El encabezado de este artículo tiene que ver con las ganas que tenemos de que Fred Vargas venga a Negra y Criminal, pruebe el vino de la casa, se ponga la camiseta y le hagamos la fotografía de rigor para ocupar el hueco que hemos reservado para ella en la galería de ilustres autores que han pasado por la librería de la Barceloneta.

Dos recetas de mejillones negrocriminales de los sábados

«(…) _ ¿ Le gusta la musclade?

_¿ Y eso qué es?

_ Mejillones a la crema…Un plato de aquí…

A su pesar, Maigret intentó identificar el sabor de…de…¿ De qué, vamos a ver? Un puntillo ligero, apenas una nubecilla…

_¡Curry!_exclamó triunfante_. Me apuesto lo que sea a que esto lleva curry.»

Maigret en casa del juez. Georges Simenon

Lo extraño es que encontrándose tan cerca de La Rochelle y Marennes, en la costa atlántica francesa, para resolver este caso no pidiera ostras, excelentes en aquella zona.

Los mejillones que les cuento no llevan ni una nube de curry. Me los enseñó a hacer una «ancienne dame» de Saint-Malo y yo los hago como ella.

Mejillones a la bretona

En la cocina de Negra y Criminal, los hice por primera vez con motivo de la presentación de Total Keops en el 2003. Presentaba el libro Joan de Sagarra. Fue un homenaje a Jean-Claude Izzo y  su amor por Saint-Malo en la costa bretona. Compartimos este amor. Los dos por motivos muy personales.

Mientras los preparan, déjense acompañar de la música preferida de  Izzo/Montale: Gerry Mulligan y su saxo, Brassens, Billie Holliday, Paolo Conte, Astor Piazzola, o las guitarras de Django Reindhard o de Sabicas.

Una de las fases de los mejillones Izzo

 

2 k de mejillones

1 cebolla grande, picada

1 vaso de vino blanco seco

1 ramitas de perejil, picadas muy finas

1 rama de  tomillo

1 hoja de laurel

1 cucharada de mantequilla

nata líquida

pimienta molida

Lavar bien los mejillones y reservarlos. En un cazo alto, con la  mantequilla  puesta a derretir, rehogar la cebolla lentamente, hasta que quede blanda pero que no llegue a dorar. Remover a menudo. Agregar el tomillo,  el laurel y los mejillones. Mojar con el vino blanco y añadir una pizca de pimienta molida. Tapar, y poner a fuego fuerte. Con unos pocos hervores será suficiente. Unos 4 minutos aproximadamente. Comprobar que los mejillones estén abiertos, sacarlos escurridos  y colocarlos en una cazuela de barro o similar, tapados, para que no se enfríen. Sacar del cazo las hierbas (tomillo, laurel) y dejar reducir un poco el líquido de cocción a fuego fuerte.  Unos 3 minutos.  Bajar el fuego al mínimo e incorporar el ½ vaso de nata liquida. Mezclar bien y calentar un poco  sin dejar hervir. Verter inmediatamente sobre los mejillones. Espolvorear con perejil picado y servir al momento.

Mejillones a la Méndez

El sábado 27 de octubre de 2007 presentábamos  en Negra y Criminal Una novela de barrio de Francisco González Ledesma, novela ganadora de la Primera convocatoria del Premio de Novela Negra RBA.

Francisco González Ledesma ha sido muy importante en la trayectoria de Negra y Criminal. Con él y con El pecado o algo parecido ( 2002), inauguramos las presentaciones en la librería. Desde entonces el autor nos ha acompañado muchas veces.  Son pocos los lectores asiduos que no hayan  compartido con él momentos, palabras y vinos en las mañanas de muchos sábados. Es un autor cómplice (con carnet) y amigo generoso que siempre ha estado cuando lo hemos necesitado. Lo añoramos.

Aquel sábado del 2007 quise rendir un homenaje a Méndez con los mejillones del día.

Son unos mejillones con colesterol y totalmente heterodoxos que seguro serían del gusto del inspector Méndez. En todo caso gustaron a todos los muchos que asistieron al acto.  Al extremo que, al final, los que se permitieron más confianzas, me pidieron pan para mojar en la salsa.

Restos de los mejillones a la Méndez

No los he repetido. La mezcla de mejillones cogidos con los dedos, impregnados de salsa de chorizo y tomate, son un claro atentado a los libros. Y aunque a veces no lo parezca, Negra y Criminal es, sobre todas las cosas, una librería.

Mientras los preparan déjense acompañar por algunas canciones que sonaban en la primera juventud de Méndez: Ojos verdes, Romance de la otra, Soy minero, Camino verde que va a la ermita, Están clavadas dos cruces …

2 k de mejillones

1 cebolla mediana; picada

½  vaso de vino blanco seco ( Méndez lo preferiría de Valdepeñas)

½  vaso de jerez o manzanilla

1 vaso de salsa de tomate (preparada previamente)

1 rama de  tomillo

1 hoja de laurel

50 g de chorizo de Salamanca (en taquitos pequeños)

50 g de jamón de Salamanca o de Teruel (en taquitos pequeños)

2 cucharadas de aceite de oliva ( no hace falta que sea Virgen Extra. Se trata de Méndez)

½ guindilla ( sin la semillas)

Lavar bien los mejillones. Ponerlos en una cazuela y seguidamente al fuego. Agregar el ½ vaso de vino blanco; taparlos y dejarlos hasta que abran. Reservarlos en la misma cazuela, tapados para que no se enfríen. En un cazo alto, poner a calentar el aceite. Rehogar la cebolla hasta que dore. Añadir el jamón y el chorizo. Dar unas vueltas y agregar la salsa de tomate, el jerez, el tomillo, la hoja de laurel y la guindilla. Dejar a fuego lento unos 10 minutos. Incorporar los mejillones, escurridos del caldo de cocción (reservar el caldo). Dar unas sacudidas para que se mezclen bien salsa y mejillones. Si queda muy espeso, agregar un poco del caldo de la cocción que hemos reservado. Servir.

Blog selección. BCNegra 2012. Hoy. Joan Proubasta, un holmesiano total

Joan Proubasta, un holmesiano total, ha donado su inmensa colección Sherlock Holmes, reunida durante más de 50 años, a la Biblioteca Pública Arús: 172 cajas en total. Con motivo de la BCNegra se muestra al público por primera vez, ordenada y clasificada.

3 de febrer

19 h

Biblioteca Pública Arús

Pg. de Sant Joan, 26

Entrada lliure a l´exposició

Blog selección. BCNegra 2012.Congreso de la Internacional Vazquezmontalbaniana

Dentro del marco de BCNegra 2012

Nosotros, desde este blog, reivindicamos el placer de la gastronomía frente a la adrenalina de las primas de riesgo. Los mercados que nos interesan son aquellos en los que se venden verduras, pescado y frutas frescas. Contra las calificaciones de la Standard & Poor’s , paella y caldeirada Vazquezmontalbaniana.

Del 1 al 4 de febrero

Direcciones de la AEMVM:

Asociación: http://asociacionvazquezmontalban.org/index.html

Revista: http://asociacionvazquezmontalban.org/revista/index.html

Congresos: http://asociacionvazquezmontalban.org/congresos/index.html

Bebidas peligrosas. Dry Martini


(…) Poirot asintió.

_ Soy un gran conocedor de la naturaleza humana y me parece en extremo improbable que alguien deseara ningún mal a un hombre tan encantador como el párroco. Sin embargo la copa del combinado nos dirá algo.

_ ¿Cuál cree usted que será el resultado del análisis?

_ Sólo tengo algunas sospechas; ahora, si quieren ustedes que les diga lo que creo del resultado del análisis…

_Sí.

_Pues sospecho que encontrarán los restos de un excelente Dry Martini.

Tragedia en tres actos. (Three Act Tragedy,1934), Agatha Christie

Sobre el Dry Martini

El Dry Martini es como tantas cosas, saben más de él los que más han bebido. Por eso, es mejor no preguntar la fórmula  a un barman ( aunque los hay muy buenos en el ancho mundo)  si no a un consumado y fiable bebedor. En este caso sigamos los pasos a Luís Buñuel en Mi último suspiro (memorias),1982. Un libro de cabecera como aquellos médicos de antaño.

(…) Mi bebida preferida es es el Dry Martini. Dado el papel primordial que ha desempeñado el Dry Martini en esta vida que estoy contando, debo consagrarle una o dos páginas. Al igual que todos los cócteles, probablemente, el dry-martini es un invento norteamericano. Básicamente se compone de ginebra y de unas gotas de vermut, preferentemente “Noilly-Prat” . Los buenos catadores que toman el Dry Martini muy seco, incluso han llegado a decir que basta con dejar que un rayo de sol pase a través de una botella de Noilly-Prat antes de dar en la copa de ginebra…

(…) Pero a mi me parece una exageración.

Otra recomendación: el hielo debe ser muy duro, para que no suelte agua. No hay nada peor que un Martini mojado.

Permítaseme dar mi fórmula personal, fruto de larga experiencia, con la que siempre obtengo un éxito bastante halagüeño.

Pongo en la nevera todo lo necesario, copas, ginebra, y coctelera, la víspera del día que espero los invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo esté a unos veinte grados bajo cero. Al día siguiente, cuando llegan los amigos, saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro echo unas gotas de “ Noilly-Prat” y media cucharita de café, de angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los ingredientes. Sobre el hielo vierto la ginebra pura, agito y sirvo.»

“Mangia, mangia, ti fa bene”. A la mesa con Brunetti


Hay que reconocer que la familia Brunetti come muy bien.

Parte importante del éxito de los libros de Donna Leon ha sido haber humanizado al personaje de esta serie, al extremo de hacerlo vivir una vida hogareña con esposa e hijos. Una fórmula bastante alejada de la  tradicional en las novelas del género. Los protagonistas de estas series suelen vivir solos tras una separación más o menos traumática. Pueden tener hijos aunque estos nunca vivirán con ellos. Pueden ser viudos aunque por lo general suelen ser  “singles” radicales.

Guido Brunetti es un hombre encantador, quizás por ello Paola, a pesar de ser hija de un conde y profesora de universidad, lo ama y ejerce en su casa veneciana (con su envidible terraza sobre los canales) de mujer tradicional, madre de dos vástagos adolescentes, y excelente cocinera.

A Guido Brunetti, como buen personaje mediterráneo, le gusta comer bien, en casa y fuera de casa.

A Guido Brunetti le pasan muchas cosas y resuelve muchos casos, dependiendo de cada novela, pero el caso que le resultará imposible de resolver es el deterioro de la ciudad de Venecia, la ciudad dónde nació y a la que ha visto transformarse, día a día, en un puro souvenir para turistas low cost.

Pero aquí no tratamos de lo que pasa en las novelas de Brunetti, hay cientos de buenos blogs que hablan de ello, si no de lo que se come en ellas.

Lo iremos haciendo con calma pues hay mucho y muchas que contar.

Para empezar hoy no hablaremos de ninguna de las novelas de Donna Leon, lo haremos de un delicioso libro, El sabor de Venecia. A la mesa con Brunetti. Un libro con dos lecturas. Una para leer directamente en la cocina, la parte del recetario veneciano de Paola, que nos llega de la mano de una amiga de Donna, Roberta Pianaro, y otra, la de Donna Leon, páginas sobre una ciudad que conoce y ama: la Venecia cotidiana. La Venecia de y para los venecianos.

 Donna Leon cuenta en el prólogo que sólo los lectores de países más al norte se sorprenden de la  presencia de la comida en sus libros.

«(…)De hecho, cuanto más al norte habitan los lectores, más les llamaba la atención. Seguramente, ningún lector de un país mediterráneo como España, con una larga tradición que asocia la buena mesa con una parte esencial de la vida, se plantearía estos asuntos. De forma similar, ninguno de los italianos que leyeron los libros traducidos jamás mencionaron la presencia de la comida: para ellos, como para los españoles y para mí también, la forma de comer de Brunetti simplemente forma parte de la herencia cultural. ¿ de qué otra forma se podría comer?»

Por el libro-guía personal,  desfilan recetas y lugares:

el mercado de Rialto, donde el envolvente esplendor de la comida parece no tener fin; los antipasti; las orecchiette.

“ A menos que uno haya nacido dentro de un radio de media hora en coche de la ciudad de Bari, no debería intentar hacer las orecchiette a mano”

(No pensábamos intentarlo, Donna, pero me ha encantado esta receta y se la traslado austedes)

Orecchiette con brócoli

por Roberta Pianaro

Ingredientes para 4 personas

350 g de orecchiette *

800 g de brócoli

2 dientes de ajo, gordos, picados, sin el corazón

Un trozo de guindilla

Sal

10 cucharadas de aceite de oliva

30 g de queso pecorino romano ( queso duro y salado de leche de oveja ) rallado

30 g de queso parmesano rallado

Lavamos los brócolis, pelamos los tallos y los ponemos a hervir en una olla de agua con sal ; en esa misma agua herviremos después las orecciette.

En una sartén grande sofreiremos en aceite, el ajo con la guindilla y una pizca de sal; añadimos los brócolis escurridos y cortados en trozos. Lo rehogamos todo.

Una vez hervida la pasta, la colamos y la añadimos a los brócolis. Mezclamos durante 2 minutos.

Agregamos el queso y servimos muy caliente.

* nota de la librera: a falta de Orecchiette quise probar el plato con la pasta que tenía en casa, la hice con penne rigate. Buenísimo

Y sigue el libro. Sigue con Risottos. Este es de Muerte en un país extraño.

“ Le saludó el efluvio de la cocina en el que se mezclaban distintos aromas. Hoy distinguía el olorcillo a barucca. Paola preparaba, pues, risotto con zucca, una hortaliza propia de la estación..”

(Me gusta esta receta de la «cara Elisa» que he encontado en YouTube, risotto di zucca mantecato con burro e parmigiano ).

Y el libro sigue…,  y las recetas que apetece hacer se multiplican. Pasta, a cual más apetitosa. legumbres, verduras…, y entre receta y receta Donna nos habla de la isla de Sant’ Erasmo desde la que no hace mucho llegaba la mayor parte de la fruta y verdura que se consumía en Venecia, y del capitano Alberto, un hombre con agua salada en las venas…

Resumiendo, El sabor de Venecia. A la mesa con Brunetti es una muy especial guía de Venecia para no leer en ayunas.

Yanet Acosta : negra ( no es, pero sí ) urbana y canalla

Yanet Acosta es la autora más gastronómica que podíamos tener en este  blog negrocriminal,  y su novela El Chef ha muerto solo es la confirmación de este hecho.

La alta gastronomía no tiene secretos para Yanet. Ha sido Directora de Comunicación de Cooperativas Agro-alimentarias, periodista freelance en revistas especializadas de gastronomía, Fundadora y coordinadora de EnCrudo, Co-fundadora y presidenta en Asociación de la Prensa Gastronómica y Nutricional (APGYN)…y  un muy amplio y contundente etc.

La primera en leer el libro de Yanet fue María A., una muy buena lectora y cómplice (con carnet) de Negra y Criminal desde sus principios, asidua a dos de los clubs de lectura de la librería que nos dijo:  “ No es novela negra, no es novela policial, pero me lo he pasado muy bien leyéndolo. Es un divertimento muy bien escrito. Mientras lo leía no he dejado de tener una sonrisa en los labios. Me ha encantado. Si la autora hace otro de estas características lo leeré.”

Bien escrito. Sonreír, reír. En los tiempos que corren un libro de estas características vale su peso en oro.

Después de la lectura de El Chef ha muerto hemos podido comprobar que Yanet Acosta es sabia. Sabia es una persona que sabe reírse de ella misma, destripando el gremio en el que se mueve, para el que trabaja, y donde tiene muchas amistades:  el de la alta gastronomía. Conoce bien sus entrañas y se nota. Ambiente de divos, sean cocineros o críticos gastronómicos. Reino de muchos papanatas (sin faltar a “las papas” ni a las “natas”)

En la novela, muere el chef más famoso del mundo en extrañas circunstancias, y Ven Cabreira, un investigador muy poco habitual en la novela negra, se encarga del caso. Ven Cabreira es un detective  anticarvalhiano, al principio. Comedor compulsivo de latas de fabada hasta que descubre su rosebud en un delicioso homenaje a  la cocina de la memoría. La única que le hace recuperar el sabor.

Ven Cabreira va a un restaurante español en Shangai:

 “ (…) Mire usted, yo me tomaría una fabada.

El tipo se va a la cocina y Ven se relaja en la silla mirando el río. Se siente mejor que nunca y sonríe sin esconderse tras el bigote. El otro regresa con un humeante plato de fabada. Va a la cocina y vuelve con otros dos platos, uno con los compangos y el otro con guindillas, como hacía su madre.

Ven inspira, cierra los ojos y recuerda aquella última fabada antes de partir al ejército, cuando su padre le obligó.

Vuelve a inspirar y le parece que la huele como aquella vez. Toma una cucharada y con los ojos cerrados se la lleva a la boca. Las papilas empiezan a funcionar. Se desperezan. El aroma de la fabada se cuela por sus fosas nasales desde adentro. El toque ahumado, las sedosas fabes que se rompen en su boca y dejan el interior mantecoso sobre la lengua. Mastica y los aromas se expanden. Al tragar, el sabor de la panceta y el de las judías se queda en su interior.»

Homenaje a los platos de la memoria. Los platos que nos gustan y los que también  gustan a los Grandes Cocineros estrellados. Cuando a estos les preguntan sobre su plato preferido, suelen responder : “La” o “El”…que hacía mi madre.

El libro ha llenado nuestras papilas lectoras.Nos ha gustado. Yanet Acosta vino a Negra y Criminal y la conocimos. También nos gustó. Los que la conocen sabrán de qué hablo. Un encanto de persona a la que nos gustaría «interrogar» para que «cante» todo lo que sabe sobre «las papas arrugás» en la cocina de Negra y Criminal

Libros recomendados:

 El chef ha muerto, Están matando a los grandes chefs, y muy especialmente el delicioso Breviario de la fabada (afirmación apasionada de un manjar)  de Paco Ignacio Taibo I.

P.D.

Por cierto, hablando de fabada, y de Taibo I, padre de Taibo II.  Nos gustaría saber si habrá Semana Negra este año. Gijón se la merece, y a nosotros nos resulta imprescindible comer con los amigos gijonenses la fabada de todos los años.

Edgard Allan Poe pasea a Charles Auguste Dupin por París

Edgard Allan Poe pasea a  Charles Auguste Dupin por París

Edgar Allan Poe (Boston, Estados Unidos, 19 de enero de 1809 – Baltimore, Estados Unidos, 7 de octubre de 1849)

1841 – The murders in the Rue Morgue. Los crímenes de la calle Morgue.

1842 – The mystery of Marie Roget . El misterio de Maria Rôget

1844 – The purloined letter. La carta robada

La lectura de estos relatos de Poe nos ha situado en pleno siglo XIX .  No es raro pues, que Charles Auguste Dupin, el personaje creado por el escritor americano Edgar Allan Poe y considerado como el primer detective aficionado de la historia de la novela policíaca fuera francés.

Dicen las malas lenguas que el autor americano se inspiró para crearlo en las  Mémorias de François Vidocq , que habían sido publicadas en 1828. Un fascinante  personaje que, después de un pasado delictivo y de ser confidente de la policía, se convirtió en el primer director de la Sûreté Nationale con 12 detectives a su cargo (algunos de ellos habían sido delincuentes como él) al mismo tiempo que ejercía de investigador privado.

Con Poe nos adentramos en la parisina Rue Morgue y en sus espantosos crimenes. La pareja que forman Dupin y su amigo, el narrador del que no conoceremos el nombre, son el embrión de lo que serán posteriores protagonistas de novelas policíacas.  Dupin es culto y brillante,  posee todas las dotes necesarias para ser un buen detective: tiene capacidad analítica; aplica la razón y la ciencia para resolver sus casos y tiene dotes de observación y de deducción fuera de lo común que siempre sorprenden y fascinan al amigo y narrador de sus historias. Un esquema que veremos reproducido y llevado hasta la perfección en el dúo compuesto por Holmes y Watson ( el propio Arthur Conan Doyle cita a Dupin en la primera de las novelas de Holmes, Estudio en escarlata)  e imitado en la pareja formada por Poirot y Hastings.

Poe, en su trilogía criminal, también marcará la línea que seguirán posteriormente los autores del género: mantener el misterio hasta las últimas páginas y, llegados  este punto, explicar los razonamientos a los que ha llegado el detective para encontrar la solución del caso.

¿Qué hace Charles Auguste Dupin el protagonista de las novelas en París?.

Para empezar vive en el 33, rue Dunot -3ème étage, – cerca del  faubourg Saint-Germain. Es soltero. Su unico lujo son los libros. Ama la noche. “ Enamorado de la noche por la noche misma”. Y es en la noche que se dedica a noctambular, más que a deambular,  por las calles de la capital francesa.

Es así, en la noche, como descubre asesinatos como los de la rue Morgue o el de Maria Roget, cuyo cadáver flotaba en el Sena.

¿Pero dónde y qué comía Charles Auguste Dupín ?

 El personaje de Poe vive en el París de la revolución industrial. No lo imaginamos comiendo en su casa. Lo más probable es que frecuente los restaurants que están totalmente de moda en aquellos años regentados por los descendientes de aquellos cocineros de los aristócratas caídos en desgracia tras la Revolución Francesa. Los cocineros que obtuvieron los permisos necesarios para abrir locales donde ganarse la vida con su oficio.  La palabra  restaurant procede del verbo restaurer.  En el siglo dieciocho fue un termino que se usaba para referirse a una especia de caldo reparador y “restaurador” , y  aquellos locales que daban aquel caldo promocional, además de otros platos, se quedaron con el término.

Regresemos al siglo XIX. En  los restaurantes oficiaban los grandes cocineros que antaño estaban al servicio de señores y príncipes, pero a nivel popular existían también los restaurantes más modestos. Los que alimentan cada vez a una mayor clientela. Cada vez hay mayor cantidad de hombres que no comen en casa, ya que en casa no hay quien les prepare la comida. La revolución industrial saca a muchas mujeres de los hogares familiares y por tanto de los fogones. Muchas se ven empujadas a trabajar fuera de casa como mano de obra barata por un mísero salario para contribuir a la economía familiar. Los hábitos están cambiando en las grandes aglomeraciones urbanas.

Dupín se pasea por los nuevos barrios de París. Barrios populares como Montmartre, del que  Simenon , muchos años más tarde diría que era un «village en-dehors de la ville…”.  Un barrio  con tabernas para obreros,- la nueva clase recién estrenada-, para macarras y  prostitutas, artesanos del barrio, algún que otro estudiante y artistas con los bolsillos vacíos. Pero seguro que muchas veces comería acompañado de su amigo el narrador y “pagano», en el primer café literario del mundo donde había que dejarse ver si querías ser alguien en la ciudad de la luz: El café Le Procope. ¿Coincidiría allí con el ya viejo Balzac? 

Dupin es «un caballero de excelente familia, de familia ilustre, pero por una serie de desgraciados sucesos reducido a tal pobreza que la energía de su carácter sucumbió bajo ella, con lo que se apartó del mundo y renunció a recuperar su fortuna”. Pero tiene la suerte de vivir con su amigo mucho “más acomodado que él”.

Su cultura y estatuto social le permite saber que ya no está de moda comer grandes cantidades pero que es un signo de distinción comer alimentos “raros” como las ostras. La buena cocina de aquellos años venía inspirada por el genio de Antoine Carême, el mejor representante de una tipo de cocina que podríamos denominar «de corte»,  que tuvo su  ocaso en los años en que Dupin se paseaba por París.

Total, que más da lo que comiera , lo más seguro es que su buen amigo, el narrador sin nombre, pagaría la cuenta.

Además de los libros del autor, anteriormente citados, aconsejo a los más gastrónomos la lectura de la Fisiología del Gusto de A Brillart-Savarin . Un clásico de la literatura gastronómica. O el delicioso Recuerdos Gastronómicos de Curnonsky, el príncipe de los gastrónomos.

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El agente de La Continental va a la compra

Dashiell Hammett (27 de mayo de 1894-10 de enero de 1961)

Cosecha roja (Red Harvest) 1929.

El agente de La Continental

El agente de La Continental,  personaje sin nombre, fue el primer antihéroe de la historia de la novela negra, y Poisonville, la ciudad en la que el agente sin nombre se encargará de poner nombres y apellidos a la corrupción.

_ Esta maldita ciudad se está apoderando de mi. Si no me voy pronto me voy a volver tan rudimentariamente sanguinario como los naturales.

En Poisonville pasan muchas cosas que conviene leer, pero mientras estas suceden, en Poisonville se bebe y mucho.

Bebe el  agente de La Continental pero también beben otros personajes. Beben de todo menos agua: whisky escocés sólo o con zumo de limón y granadina; ginebra sola o con hielo; ginebra, zumo de limón y agua de selz, y botellas y botellas de whisky.

El magnífico personaje de Dinah Brand – una «mala» de las de verdad, totalmente fiel a sí misma y a su destino – le propone al agente sin nombre, en un momento de la novela, un cóctel explosivo:

 (…) Es inútil hablar de ello. La cosa es beber, aunque esta ginebra no parece estar muy fuerte.

_ No es la ginebra. Eres tú. ¿ Quieres coger una buena de veras?

_ Esta noche sería capaz de beber nitroglicerina.

_ Pues eso es exactamente lo que vas a beber- me prometió.

Oí cacharros en la cocina. Me trajo un vaso lleno de algo que tenía el mismo aspecto que lo que habíamos estado bebiendo. Lo olí y dije.

_Un poco de láudano …¿eh?.

Pero en Cosecha Roja sucede algo insólito en las novelas negras, Dinah Brand es una mala que cocina. Una mala que cocina y que envía al duro agente de La Continental a la compra.

_ Comerás aquí. A mi no vas a sacarme a la calle después de oscurecer.

Lo decía en serio. Descartó el vestido beige claro por un delantal e hizo inventario del contenido del refrigerador. Había patatas, lechuga, sopa de lata y la mitad de un bizcocho de frutas. Salí a la calle y compré un par de bistecs, panecillos, espárragos y tomates.

Cuando regresé estaba mezclando ginebra, vermut  y cointreau en una coctelera en la que ya apenas podía moverse el líquido con desahogo.

Si pueden, les aconsejo que  lean  Cosecha Roja con un vaso en la mano para evitar cualquier síntoma de abstinencia y concentrarse en la lectura. Pueden llenarlo de bebidas duras. Whisky de malta por ejemplo, o de otro líquido rojo como la sangre; un tinto del Penèdes como Collita Roja o algún otro de su preferencia.

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Chipirones «afogados» Leo Caldas

En este bar me dieron la receta de los chipirones "afogados"

Chipirones, cananas o calamares “afogados”

Más que plato de mesa, cubierto y mantel, este es una plato o “tapa” antigua. De aquellas sin diseño y de taberna. Le podría gustar al Inspector Méndez. A mi me encanta y al librero también.

1k de cebollas

 ¾ k de chipirones, cananas o calamares

 1chorro de aceite (3 cucharadas soperas, aprox.)

 ½  vaso de vino blanco seco

 sal

Lavar los chipirones. Dejar patas y cuerpo, enteros ( si se hace con cananas, o calamares medianos, mejor cortarlo todo a trozos y rodajas). Reservar y dejar escurrir bien.

Cortar la cebolla en aros finos. Poner a calentar el aceite en la cazuela o sartén alta.

Poner la cebolla con un poco de sal y dejar pochar.

Preparar taburete, música, libro y, en mi caso, copa de vino blanco del mismo que pondré en la receta. “Caramelizar” la cebolla sin azúcar , que es el punto que necesita esta receta, requiere su tiempo y atención de la cocinera (en mi caso). Contar unos 30 minutos.

Parece que hay mucha cebolla pero tras la cocción quedará muy reducida.

Primero poner a fuego mínimo, para que quede blanda, y cuando ya esté transparente, subir un poco el fuego. A partir de este momento la vigilancia tiene que ser permanente y habrá que remover muy a menudo para que no se queme.

Cuando ya esté del color oscuro deseado, agregar los chipirones. Dar unas vueltas, y agregar el ½ vaso de vino blanco.

Remover, tapar y dejar unos 15 minutos si son chipirones o calamares, y unos 20 si son cananas. Rectificar de sal. Aprovisionarse de pan, servir y comer.

cananas "afogadas" Leo Caldas

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