http://www.youtube.com/watch?v=RZ9vfKQWJiw&feature=player_detailpage
“Ahora se encontraba con él frente a frente: sin sombrero, un mechón de cabello negro cayéndole sobre la nariz afilada. Las manos en el bolsillo del sobretodo que, a pesar del calor, no se había quitado. Y los ojos: verdes, casi transparentes. Apenas pestañeaba, la frente ligeramente arrugada. Soledad y dolor, pero también ironía”.
Ricciardi subía en dirección a su casa; el sol se había puesto pero el calor seguía sin dar tregua. En verano, los domingos a última hora de la tarde la via Toledo adoptaba una apariencia distinta: las familias salían de los bajos, donde la temperatura era insoportable, y para no ahogarse se quedaban en la calle. Los más viejos se sentaban en las sillas que colocaban delante de sus puertas, los más jóvenes lo hacían en cajas de madera que usaban de bancos, y pasaban el tiempo charlando o jugando a las cortes hasta bien entrada la noche. Por las ventanas abiertas de las plantas altas se oía música de las piezas bailables de las radios, risas de niños y gritos de alguna pelea.
En cuanto a la escritura Maurizio de Giovanni me parece que se muestra deudor de los grandes contadores de historias que le precedieron, ambos sicilianos: Giuseppe Tomasi di Lampedusa y Leonardo Siascia. Su estilo es limpio y preciso, aunque para mi gusto la serie peca en exceso de costumbrismo.
Rosa Vaglio era una de esas mujeres de otros tiempos que daba rienda suelta a su afecto cocinando. Y como había nacido muy pobre, para ella, cuanto más se amaba, más había que nutrir, añadiendo condimentos. Y como ella amaba a Luigi Alfredo Ricciardi más que a nada en el mundo, le preparaba unos platos que habrían matado a un toro, si el toro se hubiese arriesgado a probar sus berenjenas a la parmesana.
PARMIGIANA DI MELANZANE ALLA NAPOLETANA
Aproximadamente para 5 o 6 personas (o para menos. Está buenísima fría)
1 kg berenjenas
700 gr de mozzarella
1 kg de tomates (pelar, rallar)
150 gr de queso parmesano (rallar)
Hojas de albahaca
2 dientes de ajo
Aceite
Sal
Lavar y pelar las berenjenas, o no, al gusto. Yo no las pelo. Cortarlas en rebanadas a lo largo, colocarlas en una bandeja, salar, y dejar que escurran el agua durante aproximadamente 1 hora. Mientras tanto preparar la salsa de tomate con aceite de oliva, ajo, albahaca y un poco de sal. Poner al fuego una sartén alta con abundante aceite. Secar las rebanadas de berenjenas con un paño. Freírlas ligeramente y escurrirlas sobre papel absorbente. A parte, cortar en rodajas la mozzarella. En una fuente para el horno no muy grande (conviene que queden altas las capas) untada con un poco de aceite, poner una primera capa de berenjenas; encima una capa de mozzarella, un poco de salsa de tomate y queso parmesano; luego otra vez las berenjenas, y así sucesivamente hasta que agotemos los ingredientes. Debemos acabar con berenjena, salsa de tomate y un montón de parmesano. Colocar la fuente en el horno (precalentado a 200º) aproximadamente unos 15/20 minutos. Decorar con albahaca y servir caliente o frío. Es un plato único. Máximo acompañar de una ensalada verde y pan.
Ayer en Negra y Criminal presentábamos la re-edición de Las recetas de Carvalho.
Los mejillones, que luego les contaré, fueron condimentados a la “ mediterránea”, y muy elogiados por los asistentes al acto.
Daniel Vázquez Sallés, hijo del autor, nos regaló algunas anécdotas sobre su padre y la relación de este con la cocina. Su padre utilizaba el sofrito para relajarse entre escritura y escritura. Su madre no sabía cocinar ni tenía el mínimo interés en ello, la cocina desde siempre fue territorio de Manolo, que no sabía cocinar para dos o tres sino para un regimiento; llenaba la nevera de tapers con platos que le apetecían. Nos contó Daniel , que las cenizas de su padre es lógico que reposen en el Mediterráneo, en la cala Montjoi, delante de El Bulli donde, desde los primeros escarceos culinarios de Ferrán Adriá, Manolo fue siempre muy feliz.
Creo que mucho mejor que escribir sobre lo que Pau Arenós, prologista y gurú gastronómico, dijo el sábado sobre el libro, les dejo las palabras que el mismo Manuel Vázquez Montalbán, escribió para el prólogo a la primera edición, en 1989.
Ningún escritor se responsabiliza del todo de la conducta de sus personajes, y mucho menos de la de su personaje central. Carvalho, por ejemplo, es muy suyo y sus gustos son personales y sólo transferibles mediante la benevolencia de mi escritura. Frecuentemente los lectores de las novelas de la serie Carvalho me interrogan sobre el porqué de la a veces desmedida afición a la cocina del señor Carvalho. Yo suelo dar una respuesta inteligente, de la que me responsabilizo, pero Carvalho jamás ha dicho nada relevante al respecto. Yo suelo plantear la cocina como una metáfora de la cultura. Comer significa matar y engullir a un ser que ha estado vivo, sea animal o planta. Si devoramos directamente al animal muerto o a la lechuga arrancada, se diría que somos unos salvajes. Ahora bien, si marinamos a la bestia para cocinarla posteriormente con la ayuda de hierbas aromáticas de Provenza y un vaso de vino rancio, entonces hemos realizado una exquisita operación cultural, igualmente fundamentada en la brutalidad y la muerte. Cocinar es una metáfora de la cultura y su contenido hipócrita, y en la serie Carvalho forma parte del tríptico de reflexiones sobre el papel de la cultura. Las otras dos serían esa quema de libros a la que Carvalho es tan aficionado y la misma concepción de la novela como vehículo de conocimiento de la realidad, desde el mestizaje de cultura y subcultura que encarna la serie Carvalho.
Incluso Pepe Carvalho, tan parco en las reflexiones teóricas, ha dicho a veces que quema libros para vengarse de lo poco que le han enseñado a vivir y de lo mucho que le han alejado de una relación espontánea y entusiasmada con la realidad. En cambio, Carvalho carece de una teoría de la cocina que no sea la mía y le importa un bledo el sistema literario en el que se haya inmerso. Le da lo mismo pasar a la Historia de la Literatura que a la Historia de la Subliteratura. En ocasiones, incluso he tratado de llevarle por el buen camino, le he propuesto mayores dosis de ambigüedad sicológica e ideológica para congraciarle con la crítica partidaria de la opacidad esencial de la novela como conocimiento ensimismado. Pero no ha habido manera. Lo peor es que yo pago las consecuencias. Soy yo el que de vez en cuando me tropiezo con críticos del formalismo ruso madrileño y sabios literarios en general que me miran por encima del hombro, sin duda recordando esas situaciones tan ordinariamente carvalhianas en las que se pone a guisar, a masturbarse o a filosofar sin que lo exija estrictamente la armonía interna de la novela. Se lo tengo advertido, pero ni caso.
Hora es ya de hacer un balance de las recetas de Carvalho, que son suyas y de otros, aunque cuando se apropia de las recetas ajenas suele siempre introducir alguna modificación. Carvalho es gastronómicamente ecléctico. He aquí su única connotación posmoderna. La base de sus gustos la forma una materia esencial: el paladar de la memoria, la patria sensorial de la infancia. Por eso sus gustos fundamentales proceden de la cocina popular, pobre e imaginativa de España, la cocina de su abuela, doña Francisca Pérez Larios, a la que dedica el nombre de un bocadillo notable, recogido en este recetario. Nuestro hombre integra cocina catalana, cocina de autor de distintos restauradores de España y de diferentes extranjerías gastronómicas. Pero una cosa es lo que Carvalho come y otra lo que guisa. Por ejemplo, jamás se le ha visto cocinar un oreiller a la Belle Aurore, como sí lo hace Sánchez Bolín en Asesinato en Prado del Rey, aunque de vez en cuando se sumerja en la elaboración de algún plato complicado como el salmis de pato.
Carvalho cocina por un impulso neurótico, cuando está deprimido o crispado, y casi siempre busca compañía cómplice para comer lo que ha guisado, para evitar el onanismo de la simple alimentación y conseguir el ejercicio de la comunicación. Y en esas ocasiones encuentra a comensales propicios, mayéuticos, se llamen Fuster, Charo o Biscuter. Observe el astuto seguidor de la serie cómo su relación con Bromuro (q.e.p.d.) era exclusivamente alcohólica y pocas veces nutritiva, como si Carvalho quisiera ayudarle a suicidarse lentamente. Pero sobre Bromuro corramos un tupido velo porque aún hoy es material de discusión entre Carvalho y yo. Me reprocha el que lo haya matado y en vano le respondo que en literatura siempre se mata a causa de las circunstancias literarias y que jamás se derrama ni una gota de sangre real, ni se emplea otra mortaja que la del silencio de las páginas: los espacios en blanco.
Otra cuestión generadora de discusión, esta vez ajena a la que repetidamente nos enfrenta a Carvalho y a mí, es el juicio sobre el real saber gastronómico y culinario de Carvalho. Yo le he pillado en varios fallos provocados por la plebeyez de su paladar original y por una progresiva asimilación de conocimientos que no siempre llegaron a tiempo. Por ejemplo, en las primeras ediciones de Tatuaje, recomienda un Sauternes cuando debería recomendar cualquier blanco no moellé, y en cambio en Los mares del Sur pone en labios del marqués de Munt una pedante glosa del morteruelo, regado con Chablis. Craso error. Al morteruelo, como a cualquier paté o mousse o engrudo de estas características, le va bien el Sauternes o el Montbrazillac, nunca el Chablis. Igualmente merece reprobación la fideuá que realiza en Los pájaros de Bangkok, verdadero atentado contra este exquisito plato, que él convierte en un extraño hormigón compuesto de masas de harina de arroz y toda clase de bestias, cuando la fideuá fideuá se hace con pasta de harina de trigo, a ser posible con fideos del tipo «cabello de ángel», y los tropezones han de ser escasos, según la receta que aporto, la única de mi cosecha, profundamente correctora de la que describe Carvalho en la citada novela.
Sobre el discutible gusto de Carvalho -que sea discutible no quiere decir que carezca de él- dan idea las escasas referencias a postres que hay en sus abundantes digresiones gastronómicas. Pocos y simples, para desesperación de los amateurs de esta cocina rigurosamente inocente. Este bárbaro vicio carvalhiano procede de su filosofía compulsiva y devoradora. Platos hondos. A él le van los platos hondos, y si bien entre lo crudo y lo cocido elige lo cocido, entre lo dulce y lo salado se decanta por lo salado, prueba evidente de primitivismo, que impide homologar el paladar de Carvalho según los cánones del refinamiento. No interprete el lector mi reflexión crítica como una muestra de hostilidad hacia mi personaje, aunque es cierto que nuestras relaciones no han sido siempre buenas. Simplemente, mi responsabilidad y mi credibilidad se manifiestan en relación con el lector, mi señor, siempre por encima de mi personaje, que sólo tiene un valor instrumental, aunque él no lo crea y haya cometido conmigo actos de desacato que algún día le pueden costar muy caros. Por ejemplo, Carvalho jamás me ha invitado a cenar en su casa alguno de sus guisos. Tal vez espera a que yo se lo insinúe, pero esperará en vano porque no es trajín de un escritor el ir tras los pasos de sus personajes. Es más, cuantas veces hemos coincidido en algún bar para discutir un desarrollo narrativo o algún desajuste entre mi escritura y su conducta, mi imaginación y sus deseos, jamás ha hecho el gesto de invitarme. Ni a un miserable café. Gesto en sí mismo de hostilidad, de mala educación, y que ha provocado que yo haga lo imposible para que tenga dificultades económicas progresivas en las novelas que restan a la serie. Si espera jubilarse con el riñón bien cubierto, está apañado. Voy a hacer lo imposible para que termine sus días sin otra alimentación que arroz con bacalao y algún que otro bocadillo señora Paca. No es crueldad. Es instinto de autodefensa. Sólo el que haya concebido un personaje literario habitual y seriado podrá comprender el calvario que representa soportar sus impertinencias.
Pido perdón por este rapto de confesionalismo crítico e insisto en que el recetario que sigue es revelador de la mejor alma gastronómica del personaje y de un estado de la cultura en el que se confunden las fronteras de lo ecléctico y lo sincrético. Podríamos llegar a la conclusión de que los gustos gastronómicos de Carvalho son eclécticos en la selección y sincréticos en la tecnología, aunque lo más cercano a la realidad sería aceptar estas sabrosas propuestas como un patrimonio humano, mucho más que como un patrimonio del señor José Carvalho Tourón.
Mejillones a la Pepe Carvalho
1 cucharada de aceite
1 cebolla picada
½ pimiento rojo, picado
2 tomates picados ( sin piel ni semillas)
1 diente de ajo, picado
1 rama de apio, picado
1 k. de mejillones
4 cucharada de vino blanco
1 cucharadita de tomillo
1 cucharadita de orégano
1 cucharadita de pimienta
1 cucharada de perejil
Lavar bien los mejillones. Dejarlos libres de “barbas” .
En una cazuela alta, poner el aceite y a continuación el ajo y la cebolla. Dejar pochar a fuego bajo hasta que quede blanda pero sin que llegue a dorar. Agregar el pimiento, el apio y los tomates . Dejar unos minutos y agregar los mejillones.
Tapar la cazuela. Dejar que den unos hervores y, posteriormente, eliminar la mayor parte del “ líquido” que hayan soltado. Incorpora el vino blanco, el tomillo, pimienta y orégano. Dejarlos hasta que se abran. En el momento antes de servir, espolvorear el perejil picado por encima.
En la cocina de Negra y Criminal
Mientras Daniel Vázquez Sallés escribe, Pau Arenós y yo hablamos de restaurantes y restauradores. Intercambiamos direcciones, sabores y puntos de cocción. Un gustazo.
Seguid los gustos de Pau Arenos en sus blogs
CARVALHO, DETECTIVE «GOURMET»
SERGI DORIA
publicado en ABC, 9-XI-2012,BARCELONA
“Sherlock Holmes tocaba el violín. Yo cocino”. Toda una declaración de principios. Pepe Carvalho rumia casos detectivescos en los fogones, ante una parada del mercado de la Boquería, o sobre los manteles de Casa Leopoldo, Can Lluís o Casa Isidro, restaurantes del Raval donde festeja con Charo la madurez de su amor. En “El delantero centro fue asesinado al atardecer”, la carta de Casa Isidro ofrece foie gras de oca a la crema de limón verde, bacalao gratinado al perfume de ajo, “farcellets” de col rellenos de langosta al perfume de azafrán, lubina a la ciboulette, lenguado con moras, “riz de veau” a la crema de limón verde y una carta de vinos con un Cigales hegemónico. Carvalho responde irónicamente: “De todo un poco”. Cerca de la calle Botella, donde nació su creador, Can Lluís sigue ofreciendo un menú Vázquez Montalbán con “olleta d’Alcoi” y espaldita de cabrito asada. En Casa Leopoldo, rodeado de carteles taurinos y azulejos relucientes, Carvalho saborea una dorada o un turbot a la plancha que se ha horneado suavemente… Y cuando toma el avión para Madrid, se da un homenaje en el Jockey con un menú canónico: extracto de pescados ahumados con ostras a la hierbabuena, pichones de Talavera rellenos y milhojas de mango con helado de jengibre.
A los cuarenta años del nacimiento de Carvalho en “Yo maté a Kennedy”, Planeta reúne sus novelas en ocho volúmenes. Después de “El círculo virtuoso” y “Puente aéreo” recupera “Las recetas de Carvalho”, editadas por primera vez en 1989, cuando el centro del mundo, como señala en el prólogo Pau Arenós “está en el estómago” para constatar como el poema de Guillén, que “el mundo está bien hecho”.
“Carvalho gourmet” abre el ágape con pan con tomate. Ese prodigio alimentario que “se les ocurrió a los catalanes hace poco más de dos siglos” combina muy bien con una tortilla en escabeche; las berenjenas, siempre buenas, y todavía mejores al estragón, rellenas de atún o crema de gambas. De entre los platos de fondo, para los cuarteles de invierno, potaje, cocido madrileño, “olleta” alcoyana y “escudella i carn d’olla”; arroces (con alcachofas, bacalao y sobrasada, kokotxas, almejas, mar y montaña, conejo, sardinas o al libre albedrío); pescados como el rape al ajo quemado, la cazuela de sepias, la caldeirada y el gran bacalao que traza el eje Barcelona-Bilbao-Oporto: “a la llauna”, al pil-pil, o al roquefort. La gula cárnica se nutre de filetes de buey al foie, fricandó, ossobuco, gigot braseado, callos a la madrileña…
En la librería Negra y Criminal, del barrio marinero de la Barceloneta, conocen bien al detective gourmet. Carvalho compensó los desencantos de las utopías del siglo XX con la gastronomía. Después de proclamar que “hay que beber para recordar y comer para olvidar” cambió “El capital” de Marx por la “Fisiología del gusto” de Brillat-Savarin. Si somos lo que comemos, la biografía del alter ego de Vázquez Montalbán no se entiende sin el recetario. En los años setenta, explica Montse Clavé, autora de un manual de cocina negra y criminal, “coexistían en armónica hermandad los riñones al jerez y los pies de cordero con el “salmis de pato”; en los ochenta, “su vena popular le lleva por los mostradores de los bares de mercado que exhiben sardinas en escabeche, pies de cerdo, o tripa…” En los primeros noventa, Carvalho ya husmea en los afanes deconstructivos de Ferran Adrià. De entre todas las recetas, Clavé se decanta por la más identificada con las raíces del detective gourmet: la “caldeirada Carvalho”, descrita en la novela “Tatuaje”. Como casi siempre, lo más original es volver al origen.
Olleta d’Alcoi
Para cuatro personas
Preparación: 15 minutos; cocción. 1 hora y media
½ kg de cabeza de cerdo; 1 pata de cerdo; 1 rabo de cerdo; 3 morcillas de cebolla; 2 blancos (embutido); 3 nabos limpios y cortados; 1 manojo de carditos limpios y cortados; 300 g de patatas cortadas; 200 g de garbanzos remojados; 300 g de arroz; sal y azafrán.
Ponerlo todo a cocer en una cacerola con agua (salvo las patatas, el arroz y los embutidos). Dejar cocer hasta que todo esté tierno.
Añadir entonces las patatas. Dejar cocer, y veinte minutos antes de servir añadir el azafrán, rectificar de sal y echar el arroz, que ha de quedar entero. Remover bien y añadir caldo si faltara. Añadir los embutidos cinco minutos antes de sacar la olla del fuego. El guiso debe quedar caldoso. Servir bien caliente.
Los restaurantes de Carvalho
-Can Lluís. c/ de la Cera, 49. Tel. 93 441 11 87
-Casa Leopoldo. c/ San Rafael, 24. Tel. 93 441 30 14
-Casa Isidro. c/ de les Flors, 12. Tel. 93 441 11 39
Miami Blues de Charles Willeford
“ (…) No es justo.
_Usas mucho esa palabra.
_¿Qué palabra?
_”Justo”. Y ya tienes veinte años.
_Dentro de un mes.
_Será mejor que te olvides de si las cosas son justas o injustas. Incluso cuando la gente dice que va con el tiempo justo, esa palabra no significa nada.
_De modo que lo justo no existe.
_No, no existe. Santa inocencia…”
No suelo hacer mucho caso a las frases elogiosos que los editores ponen en los libros, “encargadas” a autores, que probablemente, editan sus libros en el mismo sello editorial.
“Nadie ha escrito una novela negra mejor.” Elmore Leonard
Creo que algunos autores han escrito mejores novelas, pero Charles Willeford ha sido para mi un verdadero descubrimiento.
Después de Miami Blues espero que se editen los otros tres títulos protagonizados por el policía Hoke Moseley, detective de homicidios de Florida.
Willeford fue coetáneo de Jim Thompson y David Goodis, y se nota.
Tanto personajes, diálogos, la ironía y el humor de esta novela, nos hacen pensar, que dificilmente Quentin Tarantino hubiese hecho una película como Pulp Fiction si no hubiese leído a Willeford.
Con una economía narrativa y de recursos literarios, y un ritmo magistral, Charles Willeford nos pasea por el asfalto recalentado de Miami, arrinconando la investigación policial cuando le viene en gana, para que los protagonistas nos hablen de sus estados emocionales o de las tareas de la vida cotidiana en común mientras cocinan y comen toda clase de platos dietéticamente delirantes.
sinopsis de Miami Blues
“ Frederick J. Frenger Jr., un simpático y peligroso psicópata que acaba de salir de una prisión de California, aterriza en el aeropuerto de Miami dispuesto a pasárselo bien en la soleada Florida. Desde su llegada, va dejando tras de sí el rastro de sus salvajes ganas de «diversión». Todo cambiará, sin embargo, cuando su camino se cruce con el del sargento de homicidios Hoke Moseley, un policía de mediana edad con una vida personal desastrosa y un aspecto físico deplorable, pero implacable en su trabajo. Puede que su dentadura postiza o su triste vida de divorciado hagan pensar lo contrario, pero jamás ceja en su empeño cuando se propone hallar y capturar a una presa. Sobre todo si ésta le ha robado la pistola, la placa y la dentadura.”
Algunas de los muchos fragmentos gastronómicos del libro.
«(…) La camarera les trajo las ensaladas Circe: grandes hojas de lechuga, gajos de naranja, judías y brotes de trigo, coco rallado, yogur de vainilla y un relleno de caña de azúcar, empapado todo en ginseng. La ensalada venía en un cuenco de porcelana en forma de concha de almeja gigante.
_Nunca había comido en un restaurante de comida sana.
_ Yo tampoco, al menos no hasta que llegué a Miami. No tienes que comértelo si no te gusta.
_No me gusta la raíz de ginseng. ¿Es que aquí se lo ponen a todo?
_ Más o menos. Se supone que te hace sentir sexy, pero lo cierto es que le echan ginseng porque no sirven carne. Esa es la razón, creo yo.
_ Prefiero la carne. Esto sería comestible de no ser por el ginseng.»
——————————
«(…) ¿Qué es lo que huele tan bien?
_Es la cena. Voy a servir chuletas de cerdo rellenas. Las cocino con cebollas y setas, y las cubro con salsa marrón. Además, de guarnición tenemos patatas horneadas y guisantes, y ensalada de cebolla, tomate y pepino. ¿ Crees que debería hacer panecillos calientes?
_ ¿ A Junior le van los panecillos?
_ Realmente no lo sé. Tengo pan de molde, pero creo que voy a poner panecillos recién hechos. A los hombres os gustan.
_¿ Te gustaría quedarte a cenar?»
———-
“(…) Entró de nuevo en el centro comercial y pidió una patata rellena en el One Potato, Two, en concreto la IdahoMéxico, que se sirve con mantequilla, chili con carne, queso blanco y chips de tortilla. El chili picaba bastante, y se bebió un Tab con mucho hielo.
———-
«(…) Freddy sugirió que tomaran un desayuno tardío.
_ ¿ Has comido alguna vez en Manny’s?_ dijo la señora Freeman_.Tienen una tortilla de cangrejo y te dan una cesta de panecillos calientes con mantequilla y miel. Y es el único lugar en Miami Beach donde te rellenan la taza gratis.
_ Suena bien._ Freddy asintió con la cabeza_. Yo solía tomar tortilla de cangrejo hace mucho tiempo en la zona del muelle, cuando vivía en San Francisco.
Manny´s estaba escondido entre un spa kosher de cuatro pisos y un almacén cerrado de dos pisos con todas las ventanas condenadas. Freeman aparcó el coche en el aparcamiento del almacén, ahora lleno de maleza, y se fueron a Manny?s. El olor a pescado en el interior era fuerte. Freeman pidió una tortilla de cangrejo, pero Freddy negó con la cabeza.
_ He cambiado de opinión. Hazme una tortilla Denver.
_¿Qué es eso?- le preguntó el camarero paquistaní.
_ Huevos revueltos con jamón picado, pimiento verde y cebolla.
_Lo que que él quiere_ dijo Freeman_es una tortilla occidental.
_ Eso sí que lo tenemos_dijo el camarero, y se fue a la cocina.
En California la llamamos una tortilla Denver.
_Así que eres de California,¿eh?.»
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«(…) Susan se adaptó muy rápido a la rutina doméstica. Ella le cocinaba el desayuno, sorprendiéndolo con waffles belgas de nueces, huevos revueltos y tostadas francesas hechas con pan de masa fermentada. Después de llevarlo al Omni limpiaba la casa y planeaba la cena. Un día compró pez gato para hacérselo frito con patatas panadera, que sirvión con carne frita y hojas de berza. A Freddy no le gustó el pez gato porque tenía espinas, pero disfrutaba de aquellas comidas preparadas. Ella siempre terminaba las cenas con grandes postres: tartas y pasteles de manzana Granny Smith, coronados con mantequilla burbujeante, azúcar moreno y canela. Una noche, le hizo pechuga de pavo al horno y la sirvió con su guarnición, incluyendo un pastel de carne cien por cien casero.»
———————–
«(…) Aquella noche, mientras comían espárragos, Freddy le explicó a Susan lo que iban a ser sus deberes. Freddy nunca había comido espárragos antes, ni había probado salsa holandesa, pero le gustó mucho, sobre todo con aquel jamón al horno y esas patatas gratinadas…»
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“(…)_ Supongamos que nos siguen. Dime, ¿ por qué alguien querría seguirnos?
_ No te preocupes por eso. Si nos siguen yo me encargaré del asunto, pero no sucederá. Cuando preguntas por qué, estás haciendo una pregunta que no va a ningún sitio.
_ Lo siento.
_¿ Qué hay de postre?
_ Pastel de boniato.
_ Nunca lo he probado.
_ Sabe como la tarta de calabaza. Si no te lo digo, probablemente pensarías que se trata de tarta de calabaza, pero es de boniato y es mejor.
_ Voy a probarlo. Me gusta la tarta de calabaza.
_ ¿ Lo quieres con nata montada?
_ Por supuesto.»
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(…) _ ¿ Cuáles eran las buenas cualidades de Junior?_ le preguntó Sánchez.
Susan frunció el ceño y se pasó la lengua por los labios.
_ Bueno, nunca me faltó nada y le gustaba todo lo que cocinaba para él…»
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Charles Willeford es un autor que me hubiese gustado entrevistar para este blog gastronómico criminal. Un autor que, como verán, es capaz de acabar el libro con una receta.
Y aquí sigue el capítulo final de Miami Blues
La siguiente noticia fue publicada en el Okeechobee BiWeekly News.
PASTEL DE VINAGRE GANADOR
Ocala_ La señora de Frank Mansfield, de soltera Susan Waggoner, de Okeechobee, ganó ayer el concurso tricondados de pasteles de Ocala con su receta de pastel de vinagre. La receta siguiente
Para cuatro personas
1 taza de pasa sin semillas, picadas
¼ de taza de mantequilla diluida
2 tazas de azúcar ( granulado)
Media cucharadita de canela
¼ de cucharadita de clavo
Media cucharadita de pimienta de Jamaica
4 huevos grandes, con las claras separadas
3 cucharadas de vinagre de 5%
1 pizca de sal
Batir la mantequilla y el azúcar. Añadir las especias y mezclar bien. Batir las yemas con las varillas hasta que estén suaves y cremosas. Añadir las pasas picadas y revolver con una cuchara de madera. Batir las claras con una pizca de sal hasta que estén suaves, luego echarlas a la mezcla del azúcar. Cortar la masa y doblarla, con suavidad pero también con firmeza. Verterla en un molde de horno. Hornear durante quince minutos con el horno precalentado a 250 ºC. Bajar la temperatura a 150ºC y cocer durante veinte minutos más o menos, o hasta que la superficie se dore bien y el centro esté gelatinoso. Enfriar sobre una rejilla durante dos o tres horas antes de cortar.
Cuando la señora Mansfiel recibió el premio (cincuenta dólares en bonos del Tesoro) de manos de los jueces dijo: “ Nunca he conocido a un hombre al que no volviese loco mi pastelito”
Una de las ventajas de ser libreros es que, algunas veces y por gentileza de algunas editoriales, podemos leer los libros antes de que lleguen a las mesas de la librería, a ocupar, por un tiempo, un espacio privilegiado. Su espacio.
En realidad lo que nos llega para leer no son propiamente libros. Son más bien bocetos de libro, o pruebas de imprenta, al que todavía faltan algunas correcciones. No sé si estos pre-textos, son como explican los editores, material para que críticos y periodistas puedan preparar sus artículos con tiempo suficiente para que el libro, en su salida oficial, se encuentre ya arropado por la crítica, o bien los hacen, para que no caigamos libreros, periodistas, blogeros, y críticos, miserables oficios, en la tentación de vender los libros que nos llegaran con solapas y cubiertas, a lectores ávidos, para sacar para llegar a final de mes.
La verdad es que yo, no suelo leer en este formato prenatal. No tienen todavía portada, y el papel del que están hechos no huele a libro. Huele a apuntes de clase. Un horror.
Pero esta vez he hecho una excepción. Se trataba, del ahora recién nacido, Camilleri-Montalbano:
La edad de la duda (L’ edat del dubte)
Pobre Montalbano. Se nos esta haciendo mayor. Bordeando ya los sesenta, Salvo Montalbano sufre de mal de amores. Por suerte, mientras todo sucede, y suceden muchas cosas, uno de nuestros queridos personajes, el comisario siciliano no pierde el apetito.
No logro saber, si la continua referencia a la comida en esta novela es algo que concierne al comisario, o al autor. Camilleri también se nos ha hecho mayor.
Andrea Camilleri creó a su personaje cuando ya tenía la edad en la que los médicos empiezan a prohibirle a uno muchos platos gozosos. Seguramente fue esta la causa por la que transfirió a su alter ego, a Montalbano, sus ansias y frustraciones gastronómicas. Desde el principio, Andrea Camilleri, hizo comer a su personaje los platos que a él le gustaría comer y ya no podía.
Me imagino ahora al entrañable viejo autor salivando mientras escribe.
No sé si otros seguidores de la obra del autor siciliano se han dado cuenta de la pasión que siente Montalbano-Camilleri por los salmonetes. Estos pequeños pececitos rojos tan mediterráneos.
En La edad de la duda los come todo el tiempo, en diversas versiones.
«(…) En la trattoria encontró consuelo: el pescado había vuelto al menú de Enzo y, para resarcirse de la abstinencia forzosa del día anterior, se dio un atracón. Pidió una fritura de salmonetes y calamares que habría quitado el hambre a media comisaría.»
«(…) Montalbano fue a la cocina y abrió el horno. En una fuente había cuatro enormes salmonetes hechos con una salsa especial inventada por Adelina. Encendió el horno con el grill para que se calentara bien.»
«(…) Iba a tener que comer forzosamente en casa, y por eso quería ver qué le había preparado Adelina. Abrió el horno. Un auténtico hallazgo: pasta ‘ncasciata, con ese toque especial que le daba al plato terminar la cocción en el horno, y salmonetes a la Livornesa.»
A mí, como a Montalbano, nos gustan los salmonetes fritos.
Pero a Camilleri y a mi, nos sentarían mejor a la Livornesa. Cuestión de edad.
SALMONETES A LA LIVORNESA
500 g de salmonetes de tamaño mediano
1 diente de ajo, picado
unas ramitas de perejil
2 cucharadas de aceite de oliva extra virgen
300 g de tomates en trocitos pequeños
sal
pimienta
Limpiar el pescado, eliminando las vísceras, y desescamar pasando el cuchillo sobre los salmonetes, de la cola a la cabeza. Enjuagar con agua fría.
Lavar el perejil, seleccionar las hojas y eliminar las ramas. Picar y reservar.
Picar, el diente de ajo.
En una cazuela plana o sartén grande, agregar el aceite y el ajo picado, poner al fuego.
Freír a fuego lento hasta que el ajo esté dorado. Retirar del fuego unos segundos y agregar los tomates picados. Mezclar, añadir una pizca de sal y cocinar a fuego lento, durante unos 5 minutos.
Incorporar los salmonetes y cocinar unos 3 o 4 minutos de cada lado, dándoles la vuelta delicadamente para que no se rompan. Al final, unir el conjunto con un fino hilo de aceite crudo (1 cucharadita) espolvorear, por encima, el perejil y la pimienta.
Se puede servir de inmediato, pero el plato mejora y cobra fuerza dejándolo reposar una media hora a temperatura ambiente, o todo un día en el refrigerador. Como hace Adelina.
«Si uno sabe qué añadir y qué quitar, se puede demostrar cualquier cosa de manera convincente».
Anthony Berkeley
El caso de los bombones envenenados y otras cosas.
Casi todos los ecritores miembros del «Detection Club » fueron adictos a envenenar a sus víctimas literarias: Agatha Christie, Dorothy L.Sayers, G.K.Chesterton, Anthony Berkeley…
«(…) No todo el mundo podía participar en las fascinantes cenas del Círculo del Crimen. Para ser miembro de este club no bastaba con profesar adoración por el asesinato; él o ella tenían que demostrar que eran dignos de llevar con honor sus espuelas criminológicas.
No solo tenían que exhibir un gran interés por todas las ramas de la ciencia relacionadas con la investigación, como por ejemplo la psicología criminal, y conocer al dedillo todos los casos incluyendo los más insignificantes, sino que también debían poseer habilidad constructiva: el candidato debía tener cerebro y saber utilizarlo.»
Anthony Berkeley, El caso de los bombones envenenados
El caso de los bombones envenenados, la novela de Anthony Berkeley, es un juego, una especie de inteligente burla sobre, y para, sus compañeros escritores del «Detention Club», la asociación que dirigía Chesterton, pero que en la novela dirige el personaje de Berkeley , el escritor Roger Sheringham.
El «Detention Club», o Círculo del Crimen, tenía unas rígidas normas que debían acatar todos sus miembros cuando escribían una novela criminal.
1) La solución de los misterios o enigmas debe ser necesaria para resolver el conflicto central.
2) El detective debe usar su ingenio y su habilidad para resolver el enigma en un contexto concordante con la historia.
3) La solución del problema debe ser sólo encubierta por el escritor.
4) Circunstancias improbables o inusuales, super-criminales, venenos desconocidos, entradas o pasadizos secretos, coincidencias y casualidades afortunadas no deben ser usadas en la novela policial clásica.
5) Finalmente, la justicia debe ir de la mano del detective y debe aplicarse al final de la historia sobre el verdadero criminal.
Personalmente creo, que este famoso Club lo crearon para tener una excusa para beber whisky y llegar tarde a casa. Pero, de la concupiscencia litería criminal salieron novelas corales, escritas a varias manos, tan divertidas como El almirante flotante (1932), que se intuyen escritas entre efluvios alcohólicos, mucha complicidad y risas.
Anthony Berkeley, creó a su curioso personaje Roger Sheringham, para contraponerlo al tan de moda en aquellos años (1925), el misógino, engominado y acartonado, detective Philo Vance, protagonista de las novelas de S. S. Van Dine.
“(…) La señora Bendix le había advertido de que ese día no iría a comer, pero su cita se había cancelado y ella también almorzó en casa. Bendix le dio la caja de bombones en la sobremesa, mientras tomaban café en el salón, y le contó cómo habían llegado a su poder. La señora Bendix se burló de su tacañería por no haberle comprado él mismo una caja, pero aceptó el pago de la apuesta y demostró curiosidad por probar la nueva variedad de la fábrica. Joan Bendix no era tan seria para carecer de un saludable interés femenino por los buenos bombones.
No obstante, su aspecto no le impresionó demasiado.
_Kümmel, kirsch, marrasqino…
…y veneno.!
“(…) El informe detallado del análisis reveló asimismo que el recubrimiento de cada uno de los bombones contenía, además de la mezcla de los tres licores, exactamente seis dosis de nitrobenceno, ni más ni menos.”
Según leemos en el libro Los venenos en la novela policíaca, de Alfonso Velasco Martín, «(…) El nitrobenceno es un hidrocarburo aromático empleado ampliamente como disolvente en la industria….La intoxicación aguda se produce habitualmente por la inhalación de sus vapores y se caracteriza por una depresión no selectiva del Sistema Nervioso Central semejante a la intoxicación etílica aguda. El benceno fue el tóxico empleado por el asesino de la novela “Un Sherlock Holmes con faldas” del norteamericano Struart Palmer.”
Nota mía: en la próxima edición del libro, señor Alfonso, recuerde añadir la novela de Anthony Berkeley.
El caso de los bombones envenenados es, lo que al parecer hay que llamar, un clásico de la novela policial. Una novela que a bien seguro saldría en los exámenes si existiera una cátedra de novela negrocriminal.
Pregunta:
“Citen y desarrollen un ejemplo de novela “procedural” clásica.»
Respuesta:
«Los bombones envenenados de Anthony Berkeley.
En ella se plantea, de manera original, la retórica del género: « ¿quién lo hizo?».
Lo que hace única esta narración, y la intriga correspondiente, es el admirable procedimiento del autor.
Se comete un crimen ante el que Scotland Yard se siente impotente y un grupo de aficionados, un Círculo del Crimen, se reúne para encontrar la solución al enigma.
Se darán tantas soluciones como componentes hay del grupo y lo extraordinario es que todas ellas explican el enigma, mas sólo una es la verdadera. Pero al final, no se produce la acostumbrada reunión en la que el agudo detective explica al fin el misterio a sus atónitos oyentes (Hércules Poirot) ya que los oyentes no son simples personajes sino auténticos detectives aficionados, y será el lector quien tendrá que deducir igual que ellos quién es el asesino.
Nota:
notable alto
Berkeley no pretendía escribir «un clásico de la novela policial», escribió un inteligente juego literario. Un pequeño y magistral bombón envenenado.
En opinión de Kramer, la lluvia caída por la noche le había sentado a Jafini como le sienta a un cadáver que lo embalsamen. El poblacho de mala muerte no parecía menos muerto que antes pero al menos sus colores habían mejorado bastante, ahora que la lluvia se había llevado el polvo. El ligero olor a putrefacción también se había ido sumidero abajo.
Hay libros que se leen con la sonrisa puesta. La Canción del perro de James Mc Clure es uno de estos.
Quizás sea por que mi precoz base de datos literaria se formó con libros de autores anglosajones, véase Robert Louis Stevenson, Richmal Crompton y su pandilla de proscritos, Daniel Defoe, James Fenimore Cooper, Mark Twain, Conan Doyle, Louisa May Alcott, Agatha Chiristie,…-con las nobles excepciónes de Julio Verne y Alexandre Dumas-,… la cuestión es, que los buenos autores de lengua inglesa (que nos llegan bien traducidos) siguen teniendo para mi, una manera, un estilo que les confiere marca de identidad.
McClure, creo una pareja negrocriminal literaria totalmente original. Una pareja de policías muy peculiar: uno blanco y afrikáner, y el otro negro y zulú. Kramer y Zondi.
La acción de esta serie de novelas transcurre en la Sudáfrica más profundamente racista de los años sesenta y setenta. Entre mis conocidos hay pocos que vayan a viajar a África a convertirse en reserva, rodeados de animales libres, pero si alguien que lea este blog piensa hacer este viaje les aconsejo que lean antes, o lleven en su equipaje, las novelas de Kramer y Zondi. Serán una guía imprescindible para conocer de Sudafrica algo más que sus reservas. De cualquier forma, leer a Mc Clure es todo un viaje, disfrutando con su fina ironía y su sentido del humor, solo comparable al de su buen amigo Tom Sharpe.
La Canción del perro es un libro para evadirse unas horas de la realidad, más negracriminal que nunca, y disfrutar de la inteligencia de su autor. Un lujo que nos podemos permitir.
La canción del perro (The Song Dog, 1991) la que sería la última novela de la serie de Kramer y Zondi, es en realidad una precuela. En ella, la historia retrocede a los años sesenta (de fondo sabremos que Nelson Mandela acaba de ser detenido) y disfrutaremos con la narración del primer encuentro de los dos policías con más contraste cromático de la literatura negrocriminal.
Una posdata.
Conocimos a James McClure, en a Semana Negra de Gijón del año 2005, justo un año antes de su muerte. Es una de las veces que tanto el librero como yo misma hemos sentido más frustración por no hablar inglés, pues James Mc Clure era la simpatía y la calidez en persona.
James McClure dedica ejemplares de El leopardo de medianoche, en nuestra librería en Semana Negra de Gijón , 2005
En esta nota, otro escritor amigo suyo y nuestro, Gisbert Haefs nos comunicaba su muerte. Aquí queda pues explicado el porque del ron.
—– Original Message —–
From: Gisbert Haefs
To: Negra y Criminal
Sent: Tuesday, June 20, 2006 3:31 PM
Subject: James Mc Clure
Querido Paco y Montse-
Vengo de recibir desde Oxford la tristísima noticia de qui mi buen amigo y colega James McClure falleció el pasado sábado 17 de junio. Me escribe su hija Kirsty: «He died peacefully after a brave fight against MRSA, with complications caused by myelodysplasia. All his family were with him… I would be grateful if you could pass this information on to all his friends from the Spanish crime conference.
There will be an obituary in the Guardian Newspaper this week. His funeral will be held at St Mary’s Church,Market Square,Wallingfordon Wednesday 5th July 2006 at 2pm, followed by internment at Wallingford cemetery.»
Antes de su enfermedad, Jim era un muy erudito bebedor de ron. Sugiero que brindamos.
Un abrazo –
Gisbert
Jo Nesbo es el más hollywoodiano de los escritores noruegos.
Su última novela publicada, El redentor, debería leerse en verano, cuando es más de agradecer que al menos a través de la lectura, nos encontremos 18 grados bajo cero, y en algunas páginas lleguemos hasta los -22..
Nos cae bien su protagonista, Harry Hole, detective de la policía en la Politihuset de Oslo, por que lee a Jim Thompson, y además por que consigue resolver sus casos, incluso acechado por su peor enemigo: Jim Beam.
El bar favorito de Harry, es el Schrøder.
(…) Harry estaba sentado en su mesa de siempre mirando dentro de un vaso medio lleno de cerveza. El llamado restaurante era en realidad un sencillo y ajado antro de copas, pero con un aura de orgullo y dignidad que posiblemente se debiera a la clientela, al personal, y a los excelentes cuadros, un poco fuera de lugar, que adornaban las paredes ahumadas. O al hecho de que el restaurante Schrøder hubiera sobrevivido durante tantos años mientras muchos locales del vecindario cambiaban de cartel y de propietario.
Era domingo por la noche, antes del cierre, y no había mucha gente. Pero acababa de entrar un cliente nuevo que echó un vistazo al local mientras se desabrochaba el abrigo que llevaba sobre la chaqueta de tweed, antes de ir derecho a la mesa de Harry.
_ Buenas noches, amigo mío_dijo Stale Aune_. Esta parece ser tu esquina favorita.
_ No es una esquina_contestó Harry sin farfullar_. Es un rincón. Las esquinas están fuera. Uno dobla la esquina, no se sienta en ella.
Escribir, era para Patricia Highsmith todo un ritual. Según explica en sus diarios, todo cuanto la rodeara tenía que ser de la mejor calidad: los mejores cigarrillos, una blusa recién planchada, el mejor whisky…
Patricia Highsmith vino a Europa en los años cincuenta gracias a los derechos cinematográficos de su primera novela, Extraños en un tren.
La autora contaba, que la idea de crear a Ripley le vino durante un viaje por Italia. Estaba en Positano, en un hotel junto a la playa, y eran las ocho de la mañana. Salió a la terraza y, mientras la bruma cubría todavía la playa, vio a un hombre joven, solo, que caminaba con una toalla de baño a la espalda. A Highsmith le inquietó el personaje. ¿Por qué estaba solo en la playa a aquellas horas? ¿Quién era? ¿Qué había hecho? Desde aquel preciso instante, sin que él lo supiera, aquel hombre se convirtió en Ripley.
Con la primera novela de Ripley, El talento de Mr. Ripley, obtuvo el Gran Premio de Literatura Policíaca y estubo nominada al Premio Edgar a la mejor novela. La novela fue adaptada al cine dos veces.
Ripley aparecerá en cinco novelas, y se convertirá en uno de los grandes protagonistas de novelas policiacas. No es ni detective ni policía sino un ladrón, un asesino ocasional, y un cínico y amoral estafador que gusta de suplantar a sus víctimas. Ripley, no se somete a la moral establecida. Highsmith tampoco. Por eso deja Estados Unidos y se instala a vivir en Europa. Escribe en sus diarios, poco tiempo después de finalizar su primera novela de la serie, «he perdido la sensación del bien y el mal».
Al contrario de lo habitual, el protagonista de Highsmith, no es castigado ni atrapado por la policía. No solo eso, desde la primera novela de la serie, Ripley, es un personaje que inicia una gran escalada social.
Patricia Highsmith nunca sentó en el banquillo a Ripley. Nunca quiso que le cogieran y lo juzgaran, quería que sus delitos quedaran impunes, en todo caso lo que le interesaba de su personaje era saber si, a pesar de todo, «tendría o no sentimientos de culpa”. Ripley está más cerca del Rodion Raskolnikov de Dostoievski que del Philip Marlowe de Chandler.
Patricia Highsmith era norteamericana pero creó un personaje totalmente europeo. También lo son los escenarios de sus novelas. Mediterráneos, incluso. Casas con jardines en pequeños pueblos, o encaladas cerca del mar. Tom Ripley es un personaje renacentista. Un seductor, refinado, elegante, amante del arte y de la buena vida. Un ser privilegiado…El crimen es para Ripley una forma de realización personal. Cuando suplanta a otro, lo hace más para sumergirse en una especie de vértigo interior, que para burlar el cerco policial.
A Patricia Highsmith le gustaba Ripley, a nosotros nos gusta Patricia Highsmith cuando dice: «Más bien simpatizo con los delincuentes», «Los encuentro interesantes. A no ser que resulten monótonos y estúpidamente brutales».
Bien.
Patricia es una malvada. Nos propone un juego. Quiere que queramos a su asesino. Por eso además de dotarle de todos sus seductores y criminales atributos, lo viste con un levísimo halo de desamparo, de una latente infelicidad muy nietzscheana que lo hace más vunerable, más próximo al lector. Por el contrario, sus victimas son muy antipáticas. No nos importa que las mate.
Las novelas de Patricia son totalmente incorrectas y transgresoras. Por eso nos gustan tanto.
El personaje de Tom Ripley ha protagonizado las siguientes 5 novelas a lo largo de 36 años:
1.El talento de Mr. Ripley / A pleno sol (The Talented Mr. Ripley, 1955)
2.La máscara de Ripley / Ripley bajo tierra (Ripley Under Ground, 1970)
3.El juego de Ripley / El amigo americano (Ripley’s Game, 1974)
4.Tras los pasos de Ripley / El muchacho que siguió a Ripley (The Boy Who Followed Ripley, 1980)
5.Ripley en peligro (Ripley Under Water, 1991)
Patricia Highsmith, siempre que tenía una idea para un libro, viajaba hasta el lugar en donde pensaba situar la acción.
Despues de una larga estancia en Francia escribiría la que considero la novela más “gastronómica”de la autora. La mascara de Ripley.
No les cuento toda la historia, pues si no la han leído, espero que lo hagan, pero para situar la acción diremos que Tom Ripley, el que fue protagonista de El talento de Mr. Ripley, unos años después, se casa con una rica heredera francesa. Vive en una lujosa finca cerca de París, en Villeperce-sur-Seine, propiedad de su suegro. Está temporalmente solo – su mujer, Heloise, anda de crucero por Grecia- y llevando una existencia apacible, cuidando el jardín, pintando, escuchando música y leyendo, » Tom se pasó cerca de una hora trabajando en el jardín, luego leyó un poco de Las armas secretas, de Julio Cortázar». Gozando de la contemplación de las telas que cuelgan en las paredes: Soutine, Magritte, Van Gogh, Picasso, dibujos de Cocteau…Un día le telefonean de Londres sus socios de la Buckmaster Gallery, y la vida apacible de Tom, dejará de serlo.
Pero la cocina francesa estará presente en toda la novela.
En la finca de los señores Ripley tienen una excelente ama de llaves y cocinera, madame Annette.
(…) Por la mañana siguiente, mientras desayunaba en la cama ( privilegio libertino que en Inglaterra debía pagarse con unos chelines de más en la cuenta) Tom telefoneó a madame Annette. Eran solo las ocho, pero Tom sabía que la mujer llevaría levantada casi una hora, cantando mientras cumplía la tarea de subir la calefacción (con el pequeño manómetro de la cocina), preparar su delicada “infusión”(es decir, té), ya que el café por la mañana le producía palpitaciones, y arreglar las macetas de las diversas ventanas para que les diese tanto el sol como fuese posible…”
“(…) _ Madame Annette_…Sí, estoy bien, gracias. ¿ Cómo va la muela?…¡Estupendo! La estoy llamando para decirle que llegaré a casa este mediodía, sobre las cuatro, con un señor americano.
_¡Ah!_ dijo madame Annette, complacida.
_ Será nuestro huésped esta noche, puede que dos noches, ¿quién sabe? ¿me hará el favor de arreglar bien el cuarto de los invitados? Ponga algunas flores. Y para cenar tournedós, quizás, con esa deliciosa béarnaise que prepara usted.
La salsa béarnaise es una salsa emulsionada, muy, muy francesa. Es más, muy parisina, a pesar del nombre que parece relacionarse con la provincia francesa de Béarn, lindante con los Pirineos atlánticos. Realmente buena pero muy colesterólica. Se sirve templada y recién hecha. En ella participan la mantequilla (évidenment), la yema de huevo, la cebolla, el estragón y el perifollo.
Tournedós a la sauce béarnaise
Ingredientes para 2
2 tournedos 150 g aprox. cada uno ( o cualquier otra parte de carne que desee)
2 chalotas ( la chalota o escalonia es pariente de la cebolla, el sabor se parece al de esta, pero más dulce y suave)
2 cucharadas de vinagre de vino blanco
4 cucharadas de vino blanco seco
1 manojo de estragón
1/2 manojo de perifollo ( de no encontrar, se puede substituir por perejil)
2 yemas de huevo
120 g de mantequilla, a trocitos pequeños
sal y pimienta recién molida
medio limón
Picar las chalotas y picar finamente las hierbas.
Poner en un cazo ( a poder ser de acero inoxidable) el vino blanco, el vinagre, la chalota y, sólo la mitad del estragón y el perifollo (que se agregarán al final de la cocción de la salsa). Dejar reducir, a temperatura media, hasta que el vinagre se evapore. Verter el contenido a otro cazo, pasándolo por un colador fino para obtener solo el líquido. Dejar enfriar unos minutos.
Añadir las yemas de huevo. Mezclar delicadamente, con un batidor, haciendo como un ocho. Calentar la emulsión. Aparecerá una espuma cremosa. Añadir la mantequilla, cortada en trocitos muy pequeños. Seguir batiendo, suavemente. La espuma se espesará y se convertirá en una crema ligera: La salsa Bearnaise. Añadir las hierbas aromáticas que habíamos reservado. Salpimentar. Añadir unas gotas de zumo de limón. Cubrir con film plástico, y colocar el bol en una cazuela con agua caliente (para mantener la salsa caliente).
Salpimentar los tournedós, y hacerlos al gusto, sobre una plancha. Servirlos en un plato cubiertos con la salsa bearnesa.
Ceviche de Federico Levín
«Héctor El Sapo Vizcarra, es un investigador que carece de la mínima vocación detectivesca. Vive, se mueve,- poco, gordo y transpirado- . A El Sapo le gusta comer y cocinar. Durante toda la novela va de restaurante en comedero, de fonda en fonda y, periodista especializado que es, escribe a veces. Hasta que una vez que es esta vez, tras las huellas de la mejor cocina cubana de la zona, en busca del ceviche perfecto, cae en el restaurante de Doña Lili y asiste a la muerte en vivo y en directo de El Rey, el conductor y líder musical del grupo Sus Majestades Incaicas. ¿Sobredosis o asesinato?»
Ceviche es una novela gastronómicocriminal
Ceviche cuenta la historia del detective Héctor “El Sapo” Vizcarra quien se mueve por el barrio de Abasto de Buenos Aires en medio de la comunidad peruana inmigrante.
El barrio de Abasto es una zona de la Ciudad de Buenos Aires, dentro del barrio de Balvanera y parte de Almagro. El que fuera centro del barrio, el Mercado del Abasto, existió hasta 1984, año en que fue cerrado. En 1998, fue convertido en un centro comercial. Dice el autor en una entrevista : “Abasto es un barrio que no se puede conocer nunca del todo, que siempre guarda un misterio, a mí me fascina.”
El Sapo, el protagonista de Ceviche, está comiendo todo el tiempo. Podría escribir recetas, podría hacer una guía gastronómica, pero él lo que quiere es comer. Solo comer.
Tengo entendido que el autor piensa seguir con el personaje. Su próxima novela, también tendrá título de comida, y El Sapo, se introducirá en otra comunidad de Buenos Aires: La rusa.
Más material, del bueno, para mi blog.
«(…) “ Se cocina”. Qué se yo, si me pregunta alguna vez alguien a quien no quiera mentirle, yo diría que el ceviche no se cocina. El pescado se ablanda y se transforma por el ácido del limón, pero cocina, lo que se dice cocinar…Mentira. Es más parecido a la alquimia que a la cocina. Es una mentira que inventaron para convencer a los miedosos. Pescado crudo y alimonado no suena tentador para los devoradores de carnes bien hechitas y pastas ahogadas en salsa; ahora, pescado cocinado por la acción del limón es otra cosa, completamente, es una cosa que es mentira, pero anima, tranquiliza. Fresco, ácido, picante, qué belleza que no puedo esperar. Eso sí: el jugo de limón reemplazando al fuego es una imagen bastante poética. Entonces eso de que el pescado se “cocina” con el limón es en verdad una metáfora, una mentira estimulante. Hoy estoy contento con lo básico, la tríada indispensable: pescado, limón, ají. A veces me pongo complejo y ortodoxo y voy con el cilantro o experimento con otros ajíes como el recoto, el serrano, o un chile en polvo. Se puede jugar, también:un poco de ajo picado, jengibre rallado si me paso de moderno. Y también con acompañamiento tradicional de maíz tostado, lechuga y batatas, a veces pongo el choclo hervido que la verdad me gusta más, esa cosa dulce que explota, o varío las batatas con mandioca, o si es un pescado más fuerte, ponele salmón rosado en las épocas de abundancia, cambio la lechuga por rúcula o por berro, según lo que Homero me consiga más fresco, verde y atractivo. Y si al limón le agrego un poco de vino blanco frío todo se vuelve exótico y memorable. Pero hoy estoy básico, sí. De hecho lo voy a acompañar con cervecita. A “maridar” como dicen boludos tales como los que pueden bautizar “Estación:Placer” una revista gastronómica. Yo no quiero maridaje ni esposaje, ni casa ni caza. Quiero estar solo para comer sin distracciones, para concentrarme con el alma entre la lengua y el paladar y refrescarme la boca con una cerveza. Una cerveza, que dicho sea de paso, voy a pasar al congelador y vuelvo.”
El ceviche es mi plato, «no cocinado”, de verano, preferido.
A los Conquistadores españoles se les puede acusar de casi todo, pero en su favor hay que decir, que si no hubieran llevado el limón a America quizás no se hubiese descubierto este plato.
Tan importante como el tomate, los pimientos, el cacao, las patatas, …, todos los productos que llegaron de Ámerica, serían para la cocina europea, lo fueron la cebolla, el cilantro, el cerdo y su grasa, la oveja, la vaca, el cabrito, la gallina, el aceite, el arroz, el ajonjolí, el ajo, el azúcar, las naranjas, las nueces, el trigo, el café..para la cocina latinoamericana.
¿Como se hubiese podido inventar un plato tan magnífico como el ceviche sin los limones que llegaron a tierras mexicanas primero, y se extendieron por el continente más tarde?.¿Y que hubiesen hecho las cocineras mexicana, peruanas, ecuatorianas… sin el cilantro, una hierba aromática que en el día de hoy está mucho más ligada a la cocina de las tierras latinoamericanas que a la española. Una hierba aromática que fue muy utilizada en la cocina de Al-Ándalus, y que después de la Reconquista, fue substituida en nuestras cocinas por el perejil, hierba libre de toda sospecha sobre sus orígenes cristianos.
En la novela se habla del ceviche peruano, hay muchas variedades de ceviche, pero “mi” ceviche – y suyo si gustan- es mexicano.
Los ceviches que gozan de mejor fama en México son los de la costa sur del Pacífico. La palabra ceviche o cebiche, parece ser que viene de la palabra cebar. Cebar o saturar de limón.
Los pescados que se utilizan pueden ser muy variados, pero a mi me gusta utilizar los de carne firme: mero, dorada de roca, pez espada, gamba roja, atún…)
Ceviche de emperador (pez espada)
½ k de emperador cortado en filetes; el jugo de 10 limones
½ taza de cilantro finamente picado
1 cebolla mediana, cortada muy fina
4 chiles serranos , y 4 chiles jalapeños, de bote; abiertos por la mitad, eliminando las semillas y picados; ½ taza del caldillo de la lata de chiles.
3 tomates medianos maduros, sin piel ni semillas y picados
3 cucharadas de aceite de maíz
2 cucharadas de salsa inglesa (Worcestershire)
1 cucharadita de orégano
sal
galletas saladas para acompañar
Lavar y cortar los filetes de emperador en tiritas finas o en cuadaditos, al gusto. Ponerlo en una fuente honda y cubrirlo con el zumo de los limones y un poco de sal. Dejar macerar durante 6 horas. Darle la vuelta durante este tiempo para que quede «cocido» por todos lados. A continuación escurrirlo bien de su jugo de maceración (exprimir con las manos), tirar el jugo, y poner el pescado en otra fuente honda.
En un cuenco, aparte, mezclar todos los demás ingredientes (reservar una cucharada de cilantro), y a continuación mezclarlos con el pescado. Rectificar el punto de sal. Para servir llenar las copas de cristal con el ceviche y espolvorear por encima el cilantro reservado. Acompañar con galletas saladas, o con nada.
( En la costa de Guerrero (México), hacen un ceviche llamado «tiritas», con tiritas muy finas de filetes de emperador. Yo lo hago aquí con atún fresco, con tan solo una hora de maceración, y con todos los demás ingredientes arriba citados.)
Esplendor del Paralelo
Rafael Tasis i Marca (Barcelona, 1906 – París, 1966) . Un dels pioners de la novel·la de gènere, policíaca o detectivesca, amb català. Autor d´una trilogia formada per les obres: La bíblia valenciana(1955), Es hora de plegar ( 1956) i Un crim al Paralelo (1960)
Un crim al Paralelo, situada als anys 30, protagonitzada pel periodista Caldes i el comissari Vilagut, que resolen uns misteriosos crims als baixos fons del Paralelo, entre actrius de varietats i tavernes polsoses del barri Xino de Barcelona.
(…) S’havien posat a caminar de costat i es trobaren ja al Paralelo. Josep estava exultant. Convidà la noia a fer el vermut i tingué un instant de remordiment per la seva follia. Era ben bé llençar una pesseta! Bah, què hi farem! Un dia és un dia. Van triar una taula del primer rengle a la terrassa de l’Espanyol i es van asseure entre centenars de consumidors.
A llur entorn, regnava el brogit habitual del Paralelo. Les taules eren plenes de gent que conversava i reia. Enfront brillaven les bombetes que dibuixaven les entrades dels music-halls i els rètols dels teatres. Més avall, s’alçaven les tres xemeneies de la fàbrica d’electricitat i hom endevinava el port. Algun toc de sirena arribava a penetrar.»
Decadencia del Paralelo
Fragmento de la novela de Francisco González Ledesma (1927),
El pecado o algo parecido, 2002
Una novela cuyos personajes, en lugar de cultivar la virtud, cultivan el pecado. Comparten protagonismo un banquero que presume de su cinismo, y Méndez, el policía que no cree absolutamente en nada, más que en algunas personas..
“(…) Buscó refugio en las mesas del viejo café Chicago, lugar de empleadillos y de copas pagadas a principio de mes, pero el café Chicago no existía, en su lugar perduraba una caja de ahorros donde en lugar de servirte un anís Machaquito te servían una libreta al dos por ciento.
Pocas mesas quedaban ya en el Paralelo, donde antaño pudieron sentarse todos los culos de Europa. Sólo una sillita aquí, una mesita allá. Méndez halló acomodo -que no paz- en los restos de una cervecería cuyas jarras, no demasiado limpias, conservaron durante años las marcas de un pintalabios de vedette y ahora conservaban con amor las babas de un jubilado. El Paralelo se estaba muriendo a trozos, a palmos cuadrados, a horas…”
La Pasta a la Norma o Pasta Ca’ Norma, en el dialecto de Catania, es una receta autóctona de aquella región siciliana de la costa este. Un plato a base de pasta (normalmente maccheroni) condimentada primero con tomate y después con berenjenas fritas, ricota y albahaca.
Según cuenta la leyenda, le puso nombre propio Nino Martoglio, famoso escritor y realizador teatral en lengua siciliana, e italiana, del siglo XIX. Cuando degustó un plato de esta pasta, al parecer, exclamó: “Este plato es a la pasta como la Norma al bello canto “ “¡Es una Norma!” para indicar su perfección, comparándola con la obra de Vincenzo Bellini.
http://www.youtube.com/watch?v=7rjGwS20V94&feature=related
(María Callas, en la cuarta parte de escena primera del acto I de la ópera Norma de Bellini).
La opera Norma, es una tragedia lírica basada en un texto de Soumet pero con importantes diferencias con respecto al papel de la protagonista. En la obra del novelista, Norma termina asesinando a sus propios hijos, presa de un ataque de locura. La Norma de Bellini es un personaje con múltiples facetas:
“una sacerdotisa coherente con su devoción, una madre que ama a sus hijos, una mujer enamorada y pasional por el hombre, una rival vengativa que saca sus más bajos instintos si es necesario…, en definitiva una compleja trama de personalidades cuya solución final es la muerte, pero no como castigo o ejecución de una heroína, sino como el camino lógico de un conflicto gravísimo de intereses” (Wikipedia).
Volvamos a la pasta. No solo Nino Martoglio lanzó un grito de admiración al probar la pasta a la Norma, En El Ladrón de meriendas, Montalbano exclama «¡Jesús!», cuando se le ofrece la posibilidad de comer un plato de esta pasta elaborado por una buena cocinera:
“(…) _Bueno, señora, le doy las gracias y…_ dijo el comisario, levantándose.
_¿Por qué no se queda a comer conmigo’
Montalbano notó que se le encogía el estómago. La señora Clementina era un encanto, pero debía de alimentarse a base de sémola y patatas hervidas.
_ La verdad es que tengo mucho que…
_Pina, la asistenta, es una cocinera estupenda, se lo aseguro. Hoy ha preparado pasta ala Norma, ¿sabe?, esa que se hace con berenjenas fritas y requesón salado.
¡Jesús!_ exclamó Montalbano, volviéndose a sentar.
Pasta a la Norma
Para 4 personas
400 g de penne ( macarrones) o bucatini
1 k de tomates maduros ( si no es época de tomates, mejor usarlos de bote, enteros, o incluso se puede utilizar tomate concentrado)
2 berenjenas medianas
2 dientes de ajo
200 g de queso ricota, o de un queso de oveja tierno y salado ( tipo sierra de Grazalema)
Unas 18 hojas de albahaca fresca
aceite de oliva virgen extra
sal y pimienta
Lavar y cortar ( a lo largo) las berenjenas en láminas regulares de aproximadamente un cm. Irlas poniendo por capas en un escurridor, espolvoreándoles sal gruesa por encima. Al final de todas las capas, poner un plato encima con un bote lleno, o similar, que tenga peso. De esta manera irán eliminando el líquido oscuro y amargo que contienen, que estropearía la receta. Dejarlas escurrir durante 1 hora.
Lavar los tomates; hacerles un corte en forma de cruz en la base de cada uno, y ponerlos en agua hirviendo ( fuera del fuego) durante unos diez minutos. Pasado este tiempo, pelarlos, eliminar las semillas, y picarlos pequeños o rallarlos. Poner una sartén al fuego con 4 cucharadas de aceite, y dorar los dientes de ajo, cortados en láminas finas. Inmediatamente, agregar el tomate. Salpimentar y dejar hasta que la salsa espese y esté a punto. Chafar un poco con un tenedor los trozos de tomate que hayan quedado más enteros ( a mi me gusta así) o bien pasar la salsa por un chino o similar, si se desea más fina. Reservar aparte la mitad de la salsa, y a la otra mitad, la que queda en la sartén, se le agregan 6 hojas de albahaca troceadas con las manos. Se reservan ambas salsas.
Pasada una hora, pasar por el agua del grifo las berenjenas, secarlas bien con un trapo o con papel absorbente, e irlas friendo hasta que doren. Dejarlas sobre papel absorbente para que escurran bien el aceite. Escoger las 12 más enteras y bonitas, y reservarlas aparte para cuando montemos el plato. Las otras, se cortan finas, y se agregan a la salsa de tomate.
Poner a hervir la pasta en abundante agua salada, y mientras rallar el queso.
En una sartén muy grande o en una cazuela, poner la salsa de tomate que hemos reservado en la sartén con la berenjena. Cuando la pasta esté al punto ( ver el tiempo en el paquete), escurrirla muy bien e incorporarla a la sartén o cazuela con la salsa de tomate y la berenjena. Remover delicadamente.
Para emplatar y servir.
A cada plato, poner una parte de la pasta preparada, encima un poco de salsa de tomate (de la otra mitad reservada), tres lonchas de las berenjenas, encima, y terminamos con un poco de queso rallado y unas hojas de albahaca como adorno.
Fragmento del film de Alberto Lattuada, Mafioso (1962)
Hay que llegar al final para encontrar la pasta
http://www.youtube.com/watch?v=NqG4jX9ezic
PASTA AL NERO DE SEPPIA
En El perro de terracota, a Montalbano no le gusta la Mafia pero sí Montalbán y el nero de seppia
“(…) Se detuvo delante de la librería-papelería de Sarcuto, la única que en Vigàta cumplía lo que se anunciaba en el rótulo, pues las demás no vendían libros sino mochilas escolares, cuadernos y bolígrafos. Acababa de recordar que había terminado la novela de Montalbán y no tenía nada más para leer.
_ ¡ Ha salido un nuevo libro sobre los jueces Falcone y Borsellino!_ le anunció la señora Sarcuto en cuanto lo vio entrar.
Aún no había entendido que Montalbano aborrecía leer libros sobre la Mafia, sus asesinos y sus victimas.”
“(…) Aquel día Adelina había entrado en acción y Montalbano encontró en el frigorífico la salsa de sepia, negra y espesa, tal como a él le gustaba.”
Adelina es un encanto. Todos querríamos una Adelina en nuestra vida. Para comer pasta al nero de seppia, Montalbano, tan solo tendrá que hervir la pasta, al dente, para comer como los dioses.
PASTA AL NERO DI SEPPIA
Según dicen los sicilianos esta receta procede de la zona oriental de Sicilia.
Para 4 personas
500 g. de taglierine o de spaghetti
2 sepias medianas o 4 pequeñas
1 diente de ajo
2 pimientas de cayena
1 vaso de vino blanco
1 vaso de agua
aceite de oliva virgen extra
sal, pimienta
(a poder ser, un poco, como una cucharada sopera, de la parte verde y tierna del hinojo fresco, picado. Se puede sustituir por una cucharadita de orégano, o incluso por perejil)
Lavar bien las sepias (lo puede hacer nuestra pescadera favorita) sin romper la “ bolsita” que contiene la tinta (el nero). Reservar a parte. Cortar las sepias en trocitos pequeños y finos.
En una sartén, con un poco de aceite, dorar el diente de ajo, entero o en láminas; las pimientas de cayena, troceadas pequeñas y con la mitad de las semillas, y finalmente, agregar la pulpa de tomate, sin piel ni semillas. Dejar espesar un poco y, con mucho cuidado, con unas tijeras, abrir las bolsitas de tinta sobre la salsa de tomate. Incorporar las sepias troceadas, mezclar bien, y añadir el vaso de vino blanco. Aligerar con el vaso de agua.
Bajar el fuego al mínimo y dejar, tapado, durante unos 30 minutos, aproximadamente. Salpimentar, con cuidado, y agregar el hinojo picado o el orégano. Ir removiendo durante la cocción para que al espesar la salsa no se pegue al fondo.
Cocer la pasta al dente, escurrirla bien, y ponerla en una ensaladera o similar agregando el nero de seppia
ANTIPASTI
La Mafia se sienta a la mesa, un libro que no podía faltar en este blog.
Totalmente recomendable, tanto desde su faceta puramente gastronómica, como por su amena e instructiva lectura sobre la historia de esta asociación criminal, hasta 1980.
Los Capomafia, y los Padrinos de la Mafia y de la Cosa nostra hacían preparar los menús para sus invitados con el mismo cuidado y esmero que sus crímenes. Como haría cualquier familia siciliana con sus ospiti. La expresión cucinare il delitto (cocinar el delito) da una idea de la importancia que la Mafia otorga a la gastronomía.
“Desde sus inicios, esta organización se ha reunido en torno a la mesa con objeto de festejar aniversarios y éxitos, urdir nuevas estrategias… o poner fin a las actividades y los días de algún miembro de la Familia. La comida, especialmente en Sicilia, constituye una liturgia, un ritual en el que cada detalle está perfectamente planeado.
En La Mafia se sienta a la mesa se describen las comidas, cenas o banquetes que, por su importancia histórica o legendaria, por su originalidad o su cariz burlesco, ocupan un lugar preeminente en la gastronomía mafiosa desde 1738, año en que se fundó esa sociedad. Pues la Mafia organiza ágapes tanto para preparar el desembarco de Garibaldi en Marsala en 1860 como para distribuir el tráfico de caballos durante la primera guerra mundial, o para celebrar —en un famoso festín de quinientos cubiertos— la «toma» del Bronx por Maranzano. Así, los nombres de Mussolini, Roosevelt, Churchill o del general Dalla Chiesa se mezclan, entre bocado y bocado, con los de don Vito, Calogero Vizzini, Genco Russo, Lucky Luciano o el último emperador, el abogado mafioso Vito G.”
CONDIMENTI
“ Famiglia”
Non si tratta di un legame di parentela, ma di un’aggregazione di uomini della malavita organizzata siciliana. Il detto si estende pure tra la mafia americana. La famiglia è composta da pù “cosche”, che messe assieme formano un gruppo monolítico, forte, difficile da annientare.
(No se trata de un lazo de parentesco, sino de un conjunto de hombres pertenecientes a la delincuencia organizada siciliana. La palabra se extendió también entre la mafia estadounidense. La “familia” consta de varios «clanes», que forma un grupo monolítico, fuerte, difícil de aniquilar ).
Del libro
La Mafia dalla A alla Z
Piccola Enciclopedia Di Cosa Nostra
Angelo Vecchio
Libro brutal. Imprescindible para conocer la verdad sobre esta organización.
Entradas con pequeños resúmenes de asesinos, Capos y Padrinos; personajes e historias que pueden leerse como si se tratara de sinopsis de relatos de Siascia. También entradas con resúmenes de vida y muerte de políticos incorruptibles, escoltas, fiscales y jueces que merecen no ser olvidados (Giovanni Falcone). Son muchos los muertos entre la A y la Z. Una realidad, que como siempre, supera la ficción.
Esperamos, como libreros, que a algún buen editor se le ocurra traducirlo y publicarlo.