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Si el cielo existía debía ser una vinoteca. José Luís Borges

Viri

fragmento de una escena de la película Viridiana de Luís Buñuel

Crónica desde el  Festival Azabache  de  Mar del Plata por  el autor mexicano Élmer Mendoza

El arte de novelar

http://www.debate.com.mx/eldebate/movil/Articulomovilopinion.asp?IdArt=13251117&IdCat=17542

(…) Marcelo y Magenia nos ofrecieron un asado que elogiamos durante horas. Tulita, Lili y Leonor, se pusieron de acuerdo para hacer otro en Culiacán al que llamaremos, simplemente, Carne Asada. ¿Imaginas un Festival de escritores vegetarianos y abstemios? Sergio Ramírez, de Nicaragua, dijo que era difícil; y Juan Sasturain, argentino, opinó que sería algo sumamente extraño; el español Carlos Zanón expresó que no se atrevía a pensarlo; Andrea Jeftanovic, de Chile, señaló que en su país eso sería muy complicado; Marisa Silva, de Uruguay, reveló que en Montevideo tal vez; Alberto Salcedo aseguró que en Colombia todo era posible,…)

(…) Uno de los días, el pintor Diego García Conde recibió al grupo en su estancia donde pude ver cómo de un horno mágico salían manjares que sólo había visto en la mesa del rey Arturo. Melisa, su mujer, convirtió sus mesas redondas en fuentes de virtud, y las verduras, el agua y el postre de frutos rojos tuvo destinatarios seguros. Leonor y yo visitamos su huerta de pérsimos y nos hicimos fotos entre la fruta

Una vez leída esta crónica del  escritor mexicano Élmer Mendoza sobre sus días en el Festival  Azabache, negro&blanco. (No negro del todo, si no café con leche), me surge esta pregunta:

¿Porque si algunos de estos autores no pueden imaginar una reunión de escritores negrocriminales en la que no abunde el alcohol y no deribe en festiva y sensual bacanal gastronómica, estos mismos escritores, como Carlos Zanon o el mismo Élmer Mendoza, no hacen más referencias lúdico gastronómicas en sus libros?

Por más que lo disimulen, para ellos, unos cuantos autores negrocriminales, la comida es una simple cuestión alimenticia y por ello cuando escriben ni siquiera entra en su campo vital o en el de sus personajes.

Bastantes autores no quieren alimentar bien a sus criaturas de papel. Sí lo hacían Georges Simenon con su comisario Maigret,  Manuel Vázquez Montalbán o  Jean Claude Izzo. Y sí lo hace Andrea Camilleri. A mi me importan la comida y la bebida, y  me gusta que entre a formar parte de los libros que leo. En mayor o menor medida.

Lo que no cuela de estos autores «abstemios» en sus textos es que digan que no utilizan este recurso para no romper la tensión literaria.

¿Tienen tensión literaria las novelas de Jim Thompson?

Estas son  las primeras líneas de El asesino dentro de mí.

“Había terminado el pastel y estaba tomando la segunda taza de café cuando le vi”.

El asesino come pastel y café, pero más adelante veremos como incluso le gusta prepararse la comida.

“Me hice un enorme plato de  huevos con jamón y patatas fritas, y me lo llevé al despacho de papá. Allí comí con una sensación de paz conmigo mismo que desde hacía tiempo no experimentaba.”

Otro autor nada sospecho  de poca pulsión literaria es Rafael Chirbes , Crematorio , En la orilla). En esta última, la comida es parte importante de la vida de los personajes, enmarca perfectamente el paisaje y la zona en la que transcurre la acción, y acompaña los distintos momentos  o periodos vitales de los personajes.

Claro que tampoco muchos de las autores negrocriminales hacen  que sus personajes, meen, defequen o  vomiten, otra de las cosas para las que sirve la bebida y la comida ¿no?

Cuando los vea se lo preguntaré.

CC

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