Después de un tiempo varada en otros puertos.
Después de leer dos novelas extraordinarias. Una dura y hermosa, Los huesos del invierno, Daniel Woodrell. Con protagonista femenina. No dejen de leerla.
La otra dura y negra hasta las vísceras, hasta el páncreas, hasta la mierda. En la Orilla de Rafael Chirbes. Una novela que nos hace vivir durante sus 437 páginas en el denso estercolero del dinero, de la corrupción, del fracaso existencial, de la ambición sin límites, de la decrepitud, un mundo de hombres y contadas mujeres. Todo ello presidido por el fango del pantano de un pueblo de Valencia, símbolo de la putrefacción que ha envuelto, y envuelve, los últimos años de nuestro país. Un libro con un capítulo final antológico. No dejen de leerlo, pero un consejo, a pequeñas dosis diarias, y con su alcohol preferido al lado para ir levantando el ánimo. A mí, a falta de Agua del Carmen, un ron venezolano, Ron Antiguo de Solera Santa Teresa 1796, me facilitó la digestión de su dura pero imprescindible lectura.
Después de todo lo anterior entenderán que necesitara como el agua (mineral) una novela para “limpiar”, y como tengo para ello una librería a mi disposición y no tenemos en nuestro fondo Bambi, aunque en el libro muere la madre y hay cazadores malos, me puse a buscar una novela ligera y sabrosa. Una tipo “Maigret”, una de “lladres i serenos” o de polis y ladrones. Mi buen olfato me acercó a la mesa de novedades y acabé llevándome a casa una sin polis ni serenos. Una de puros ladrones.
No hubiese podido escoger mejor lectura para limpiar mi mente. Agradezco a la mesa de novedades de Negra y Criminal, a mi olfato, a su autor, a su editor, y a sus traductores la lectura de esta pequeña joya:
El viento y la sangre de M.A. West
Una novela de literatura de línea clara, y hasta con toques gastronómicos. No podía haber escogido mejor.
En un pueblo pedido de Dakota del Sur, Marksonville; un local, el Tommy’s, donde se sirve la mejor tarta de manzana de la zona. Una tarta Insuperable.
La avenida Roosevelt, donde estaba situado el Tommy’s era la arteria principal de la ciudad y llegaba casi hasta los suburbios del sur, desde la plaza donde el Ayuntamiento, los Juzgados, la oficina del Sheriff y el templo metodista formaban un cuadrilátero de paz y orden. En el Tommy’s se servían desayunos decentes, cenas económicas y la mejor tarta de manzana del condado de Pennington, así que no era de extrañar que sus ocho mesas y sus 30 pies de barra practicable estuvieran frecuentados casi a cualquier hora por lo más respetable de Marksonville. Lorna era la única camarera, aparte de Helen, la copropietaria, una rubia de bote de caderas anchas y sonrisa confortable, esposa de Tom Hidden, quien se ocupaba de la cocina.
Pero la vida plácida de Lorna Moore, la camarera que “recaló en este puerto de secano”, y de la que más tarde sabremos que dejó hace tiempo la prostitución, no podía durar. La llegada al pueblo de Danny Morton, un matón de segunda, va a cambiar las cosas. Especialmente porque no llega sólo si no muy bien acompañado de un maletín que contiene 20.000 dólares
_ ¿Lorna?
_ Sí. ¿Con quién hablo? _ inquirió la mujer con un dejo de curiosidad y reconocimiento.
_Lorna, soy yo, Danny.
_ ¿Danny?
_ Danny, insistió el hombrecillo_. Daniel Morton.
La mujer no dijo nada. Por unos instantes, solo se oyó el murmullo de las conversaciones de los clientes, el sonido de los cubiertos entre las bocas y los platós de sopa de tomate o de pollo frito con maíz y guisantes. Un siglo después, cuando la mujer volvió a hablar, su tono ya no era amable ni impersonal, sino seco y gélido como el hielo.
Bien. Desde las primeras páginas del libro nos encontramos en zona conocida. Diálogos al estilo de nuestros queridos clásicos negrocriminales norteamericanos. Comienza la acción de esta joyita de la literatura de la mal llamada de la serie B, que en todo caso sería de la cara B del LP del sueño americano. La cara de los perdedores.
Me imagino que cuando se publicó esta novela, en los Estados Unidos de los años cincuenta, debió ser considerada inmoral, tanto por la crudeza de algunos de sus pasajes: la violación de una niña secuestrada, como por su final feliz. A pesar de que M.A.West en ningún momento traiciona los estereotipos del género, oh, milagro, trata bien al personaje femenino. Lorna es una buena chica mala. Una rareza dentro de la novela negra norteamericana de aquellos años. En este caso mucho más policial que negra aunque no deja de tener unos toques hammettianos : Nigel Donaldson, un vil testaferro de políticos corruptos que frecuenta al alcalde y a los líderes de la patronal y los sindicatos. En vista de lo visto hoy en día, por estos lares, podría ser un personaje de los más habitual en las páginas de nuestros periódicos.
Pulps, o novelitas de la Serie B, son lo que hacían estos artesanos de la escritura.
En ratos libres lo hacía el autor de El viento en la sangre, M.A.West , pseudónimo bajo el que se esconde un profesor de Literatura que con estas novelas ( doce novelas y medio centenar de cuentos ) conseguía un dinero extra y seguramente pasárselo bastante mejor que dando clase a sus estudiantes . M.A. West, nunca llego a ser considerado por la “inteligenzia” negrocriminal alguien que pudiera jugar en el mismo equipo de primera que Jim Thompson, David Goodis, Chandler, Hammett, etc. Yo también lo creo, no en el mismo equipo pero sí podría hacerlo en la misma liga. Quizás por ello no se han editado libros suyos, al menos no en los casi 11 años de Negra y Criminal. Agradecemos la magnífica traducción del autor Alexis Ravelo y de Thalía Rodríguez que interpretan para los lectores la partitura de M.A.West sin que notemos ninguna nota discordante. Un buen comienzo para esta colección que acaba de nacer: Navona Negra. Una novela corta, 150 páginas, que se lee de un trago, con la misma avidez con la que seguramente la escribió su autor.
Una auténtica cura literaria para después de la novela de Chirbes.
saludos
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