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Autores, Recetas, Willy Uribe

Gula tatuada. Andanzas de “Gordo” Larsson. Capítulo cuarto

Capítulo cuarto

Huevos a la Tripe en Can Tuiter.

Gordo Larsson y Valerio Bravo alcanzaron el centro de la ciudad de Gil Mateos al amanecer. En el lugar donde antaño se levantaban las Bahamonde Towers y el palacio del Comendador, la Universidad José Bono y la residencia de verano del Archiduque de Pontevedra, la Catedral de San Juan Pablo II y el santuario de la Virgen del Aborto, la Audiencia y al cuartel del Batallón Barrionuevo, a tiro de lapo de la arrasada Plaza de la Contrarreforma y el demolido pabellón de Penas Capitales, allí, digo, encontró nuestro héroe un gran descampado con un chiringo en el medio. Era el comedero de Can Tuiter, regentado por  Oriol Tuiter i Tuiter.

–          Ymme Tuiter, Gordo Larson.

–          ¿Cómo sabe usted mi nombre?

–          Tu fma t prcde y yo stoy n tdo. 70. Nacido n Soria. Tu mam bruja. Tu condena sla gula. Tufinal n barrio Urdanga. Jmas parq Leo Messi. Sgo?

–          ¿Y este, cómo se llama? – preguntó Gordo, señalando a Valerio.

–          Valerio Bravo. Kzdor. 25. Nacido n LaBola. uerfno mchtero gnrant dsgrciado brrcho…

–          Oye, Tuiter, ¿se puede saber qué te pasa en la boca? – preguntó Valerio, sin abandonar las manos de sus machetes porque aquel individuo no le gustaba ni media.

–          No pasa nada n boca, pq?

Gordo Larsson hizo una seña a su compañero para que se callara.

–          Oiga usted, Tuiter, ¿no tendrá algo de desayunar por ahí, verdad?

–          Tngo uevs.

–          ¿Huevos?

–          Frts

–          ¿Perdón?

–          Cn jmn

–          ¿Cómo?

Oriol Tuiter i Tuiter, situado tras el madero que servía de mostrador en su comedero, mostró un claro gesto de disgusto y trató de vocalizar mejor.

–          Huevos fritos con jamón.

–          Estupendo, amigo Tuiter. Eso nos irá de maravilla, y del pago no te preocupes, que ya nos arreglaremos – dijo Gordo.

–          N soy su mgo

–          ¡Me cago en tus vivos! – exclamó Valerio Bravo -. ¿No sabes hablar en cristiano?

–          Ecnmia d plbrs

–          ¿Te las cobran o qué coño?

Gordo Larsson mandó callar de nuevo a Valerio y dijo a Tuiter que ok con esos huevos fritos con jamón. Pero Tuiter no se movió del mostrador. De nuevo con una vocalización adecuada, dijo que también él quería apostar, como la Amparo.

–          ¿Y qué es lo que quieres jugarte?

Desapareció tras una lona y al cabo de unos instantes puso sobre el mostrador seis latas de espárragos de Navarra.

–          Pone cojonudos, Gordo. ¿Has visto? Co-jo-nu-dos. ¡Lo que hay que ver! ¿Y esto se come? – preguntó Valerio.

–          No un burro como tú.

–          Como quieras, para ti el pato y esas latas, pero yo, ¿qué gano?

Tuiter comprendió la situación y extrajo de su delantal un cuchillo jamonero. A Valerio le bailaron los ojos. Seguido, también colocó un revolver sobre el mostrador.

–          ¿Te juegas todo ese metal a que no volvemos de Leo Messi?

–          Slo el chllo. La pstla s para jgar rleta rsa.

–          ¡Ostias, Gordo, este tipo está como un grillo!

–          El q prmro bang, ns lo cmmos. Ok?

Tal vez fue el hablar de Tuiter, tal vez el brillo de hiena que desplegó en sus ojos, el caso es que Valerio Bravo, ejerciendo su papel de hombre de acción, empuñó los machetes y en apenas seis caracteres rajo a Oriol Tuiter i Tuiter desde la carótida hasta la femoral.

Al desgraciado, desangrándose sobre el mostrador, aún le dio tiempo a suplicar a Gordo Larsson que le cocinara unos huevos a la Tripe (1).

–          Uevs ala trip, pr fvr.

Pero Gordo no le entendió y Tuiter no pudo repetirlo.

–          ¿Qué ha dicho?

–          No lo sé, Gordo. Este tío estaba como una chota.

–          Pues yo no me quedo sin esos huevos fritos con jamón. ¿Te hacen, Valerio?

–          ¿Huevos fritos teniendo aquí lo que tenemos?

–          En La Bola no somos caníbales.

–          Eso tú, que apenas sales de noche.

–          Ni se te ocurra.

–          Que te jodan, Gordo. Yo desayuno a mi modo y tú al tuyo. Estoy de viaje y necesito proteína. ¿Estamos?

Gordo comprendió que le convenía callar. Además, ¿qué podía él objetar contra eso de comerse a un semejante si había logrado sobrevivir tantos años y la carne era tan solo carne desde que Margaret devoró a Carl? Se cocinó los huevos mientras Tuiter, colgado por los pies, se vaciaba de sangre. Cuando Valerio comenzó a descuartizarlo, Gordo Larsson abandonó el chiringo y se llevó su desayuno a la sombra de una palmera. Comió y sonrió satisfecho. La cosa iba muy bien. Tenían seis cajas de espárragos cojonudos, un revolver con munición y Valerio llenaba sus alforjas y se ganaba un cuchillo jamonero. Los pichones jóvenes y tiernos del parque Leo Messi y el pato de Amparo estaban cada vez más cerca.

(1)       Nota manuscrita de Guillén Dewu. Monje anarquista del Comunato de Oña (Castilla La Vieja) y cronista de las andanzas de Gordo Larsson:

Huevos a la Tripe. seis huevos, dos cebollas, tiento de vino claro con agua, un pico de harina, un pico de queso seco raspado, puñado de mantequilla, sal, pimienta y doce gotas de limón. Se cuecen los huevos hasta endurecer y se preparala salsa Tripe dorando la cebolla sobre la mantequilla y añadiendo la harina a brasa templada (sin hervotear en ningún momento). Se añade el vino blanco con agua y se amalgama el conjunto, poniendo de seguido sal, pimienta y las doce gotas de limón. Se mantiene en la brasa contando dos veces sesenta y se retira. Los huevos se cortan en rodajas, se ponen en una bandeja de barro cubiertos con la salsa y con el queso rallado y se meten al horno hasta que doren, o entre ladrillos (pero siempre con una bandeja de agua debajo). Suculentos en compañía de vinos tintos de Namibia o vinos blancos de Angola.

Próximo capítulo:

Costillas de canguro a la salchichera en Lo Matas.

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