Acabo de leer la última novela de Benjamin Black, En busca de April.
En realidad, en la novela, lo que menos me ha interesado es la búsqueda de April.
Me han gustado muchas otras cosas: la escritura elegante del autor; ese Dublín de los años cincuenta y su niebla omnipresente con grados y matices; los secretos envenenados, “El pasado contiene veneno dentro”; la sensación de cotidianidad, de frío,… y sobre todo la ternura de su protagonista. Quirke, ese forense grandullón, despeinado y borracho.
En realidad la búsqueda de April en la novela, es una mera excusa para que el autor nos muestre la lucha constante del personaje protagonista de la serie, contra su alcoholismo impenitente, y su constante autoengaño. Pero Quirke, ¿es acaso un alcohólico, o simplemente un típico y tópico irlandés bebedor?. Si fuese un verdadero alcohólico, difícilmente podría seguir y resolver el caso, cosa que hace al final. Quizás podría hacer autopsias, ya que los muertos no se enterarían, pero no podría ligar ni conducir su fantástico Alvis. Un capricho, una autentica y carísima joya. Aunque esto último lo haga con peligro de su vida, la de los puntuales ocupantes del vehículo, y la de todos los transeúntes que se encuentra a su paso.
Cuando Quirke sale del sanatorio donde ha pasado una temporada castigándose, intenta portarse bien pero no puede engañar a sus deseos:
(…) Quirke no quiso ir con él, convencido de que si volviera a aparecer por allí alguien le echaría en cara que era un fraude. Por el contrario, se fue a su piso y preparó otra tetera. A lo largo de las semanas anteriores había llegado a detestar el sabor del té con una pasión que no estaba a la altura de lo inofensiva y lo corriente que era la bebida, incapaz de suscitar tales odios. De lo que tenía ganas, cómo no, era de meterse un buen copazo a palo seco, un Jameson a poder ser, aunque en las últimas semanas de su borrachera más reciente le había empezado a gustar de manera especial el Bushmills etiqueta negra, que era una marca del norte, nada fácil de encontrar en el sur. Sí, un tugurio lleno de humo, donde fuera, y un buen fuego de turba en la chimenea y unos individuos indiferentes que charlaran en la sombra, y un buen vaso de Back Bush en el puño, eso sí sería lo suyo.
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(…) _Se te ve de maravilla_ dijo a Quirke, e indicó al barman que abriese la botella de champán_. Desde luego, mucho mejor que la última vez que te vi.
_Yo también he estado fuera_dijo.
_¿Ah,sí?
_Sí, en el San Juan de la Cruz.
_ Anda…¿ Y eso qué es?
_ Un sanatorio para desintoxicarse.
_ Sí, ahora que lo pienso creo que Phoebe me dijo en alguna de sus cartas que estabas en el manicomio. Me pareció que había exagerado. ¿ Y qué tal estuvo?
_ Muy bien.
_ Seguro_dijo ella sonriendo. El barman sirvió champán y colocó las dos copas burbujeantes ante ellos. Quirke miró la suya mordiéndose el labio_ ¿ te atreves?- Preguntó Rose, sonriendo con dulzura y malicia_. No quisiera ser yo la responsable de que te vuelvas a crucificar.
Él tomó la copa y rozó con el borde la que ella levantaba. Bebieron.
_ Por la sobriedad _ dijo.
Pero pese a todo, Quirke resuelve el caso.
Y una vez resuelto, bien se merece un Bushmills en Portobello. ¿No les parece?
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