Siempre me han gustado los libros de espías y las películas de espías. Sorge, el espía del siglo, fue el primer espía que me cautivó. Tenía en la película la cara del actor alemán Thomas Holtzmann (esto lo he sabido después), una cara tan inquietante que todavía, tanto tiempo después, la recuerdo.
Richard Sorge, uno de los últimos espías solitarios fue un espía real. Dimitrios Makropoulos no.
Eric Ambler, cuenta en sus memorias que mientras iba en un tren con destino a Niza garabatea unas notas de lo que sería La mascara de Dimitrios,
«primero dibujé el esbozo de un mapa de Europa que me quedó torcido a causa del movimiento del tren . Lo atravesaba una línea todavía más torcida que iba de Estambul a Izmir, y luego a Atenas, a Sofía, a Ginebra, a Belgrado y finalmente a París. El personaje central sería un criminal llamado quizás Demetrius o Dimitrios».
Más tarde Eric Ambler terminó de madurar su historia en París.
“El hotel era bastante tranquilo y se encontraba cerca de La Coupole, donde la comida era buena, así que me puse a trabajar . Titulé el libro A Coffin for Dimitros.»
¡Como no iba a resultar excelente un libro escrito entre digestión y digestión de los platos degustados en la brasserie La Coupole de finales de los años treinta.¡
En aquellos años, Eric Ambler, era un convencido antifascista. La máscara de Dimitrios ( The mask of Dimitrios), es una obra maestra del género de espionaje y de la literatura por encima de cualquier etiqueta. Fue llevada al cine con el mismo título en 1944 por Jean Negulesco.
Dimitrios Makropoulos, es un malvado genial. Contrabandista, traficante de drogas y armas, espía y asesino; personaje (casi) fantasma al que se alude durante toda la novela.
Estambul, Esmirna, Atenas, Sofía, y finalmente Suiza y París, es el periplo que Latimer, escritor y narrador de la historia, recorrerá. Y nosotros con él. Pero en el camino haremos una parada en un bar de Esmirna.
_ ¿ Quiere beber algo?_ preguntó Latimer.
Los ojos del ruso se abrieron con brusquedad mientras dirigían a su alrededor una mirada de hombre que acaba de recobrar el sentido.
_ Si no le importa _ dijo-. Tomaré raki, por favor; avec de la glace.
El raki se parece al ouzo griego o al pastis marsellés, pero todavía , si cabe, más anisado. Petros Markaris, en su última visita, nos trajo una botella de regalo.
Su hija nos contó que debe tomarse con un poco de agua fría (al gusto) y un cubito de hielo. Así lo hicimos.
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